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2018 con lucidez, firmeza y esperanza

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2018 con lucidez, firmeza y esperanza

 

Para el próximo año están previstas elecciones presidenciales. ¿Qué pensar de ellas? Veamos a continuación a) algunas denuncias y b) propuestas concretas.

 

 

 

a) En sectores de la oposición, especialmente el partidista, percibo una mitificación del 18, generadora de ligeras ilusiones fundadas en un escaso realismo. ¿Por qué?

 

 

 

 

Hay factores negativos: Fuerza Armada bajo un Alto Mando obediente a la “revolución” y no a la Constitución; asamblea nacional constituyente ilegítima por inconstitucional (al menos de ejercicio), espada de Damocles al acecho y autoerigida como poder plenipotenciario “soberano”; Consejo Nacional Electoral sumiso al Ejecutivo; Tribunal Supremo de Justicia a la orden del régimen. Y pare de contar. Por ello no hay que hacerse ilusiones con elecciones presidenciales limpias y respeto a un resultado adverso al oficialismo. Baste recordar las tramoyas comiciales de 2017.

 

 

La lógica del SSXXI es rigurosa e inclemente: la “revolución” ha llegado con la proclama de quedarse. La dictadura militar socialista-comunista no está para parlamentos, diálogos ni retiradas. Solo admite concesiones tácticas de espacios siempre bajo control. (Para ejemplo, lo que se sabe de Santo Domingo). Concibe el poder que tiene y fortalece como algo centralizado y absoluto

 

 

 

¿La oposición ha identificado bien y de modo coherente al régimen y su lógica operativa? ¿No se ha quedado en calificar como simples abusos y arbitrariedades lo que es cálculo frío en un proceso totalitario? El vivir de sorpresa en sorpresa es sintomático.

 

 

 

b) ¿Cómo afrontar el nuevo año con lucidez y firmeza? Para que haya unas elecciones confiables, acordes con la Constitución y elementales derechos ciudadanos, se tendría que 1) desmontar la ANC, pues ella “podría”, por ejemplo, cambiar sustancialmente el modo y las condiciones de elección y de toma de posesión; 2) contar con un CNE independiente y un TSJ respetuoso de la independencia de poderes; 3) frenar sensiblemente el ventajismo oficial en cuanto a hegemonía comunicacional y coacción en ámbito alimentario, de salud y empleo (carnet de la patria…), entre otros.

 

 

 

Ahora bien, como lo anterior es difícilmente lograble y, sobre todo, porque la acelerada destrucción del país es gravísima (hambre, muertes, represión, improducción, inseguridad, emigración masiva) urge una consulta (referéndum) al pueblo soberano sobre puntos cruciales que definan su destino, como los siguientes: ¿Quiere usted este sistema socialista-comunista para Venezuela? ¿Ordena formar un gobierno de transición? ¿Decide convocar una asamblea constituyente?

 

 

 

Condiciones para esta consulta han de ser, entre otras, que la votación sea: a) libre y universal; b) organizada por un CNE independiente en tiempo oportuno, y c) supervisada por organismos internacionales (ONU, OEA, UE…), que garanticen también el respeto a la decisión del soberano.

 

 

 

Se habla mucho de pueblo y popular, pues, entonces, ¡que sea el pueblo venezolano, poder originario, constituyente, el que decida su propia suerte y no simplemente, y de modo arbitrario, un grupo de poder, un sector político o una parte de la población!

 

 

 

He oído decir a opositores: “Pero si ya el pueblo decidió el 16 de julio”; y a oficialistas: “Para eso se eligió la ANC”. Pues bien, el referéndum del 16 no se formalizó debidamente ni se aseguró su ejecución; y la elección de la ANC no fue universal ni limpia, ni transparente, ni tuvo reconocimiento internacional.

 

 

 

Me atrevo a decir que si la Iglesia propone y alienta una tal consulta no solo no se estaría saliendo de su misión, sino ajustándose a ella, que la obliga en conciencia, especialmente en situaciones de grave crisis, a servir esforzadamente al bien común. Y, en ausencia de otros, a tomar iniciativas hacia el logro de una convivencia libre, justa, pacífica, fraterna, productiva.

 

 

 

Jesús el Señor ha venido a traer la paz a este mundo. Para que los seres humanos vivamos como una familia, en estrecha unión interna y con Dios, que es Trinidad, amor. Este mismo Dios nos pide abordar el nuevo año con lucidez, firmeza y esperanza.

 

 

Ovidio Pérez Morales

 

 

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