2015, el año que no olvidaremos

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2015, el año que no olvidaremos

 

Durante este dramático año 2015, muchos venezolanos recordamos, con rabia unos, con frustración otros, pero todos con tristeza y molestia, años anteriores en los cuales no se producían colas para poder comprar alimentos, productos básicos, medicinas de cualquier tipo; y no había conglomerados porque todos los productos se conseguían y las insuficiencias eran sólo eventuales. Fueron otros tiempos con problemas ciertamente pero ninguno tan humillante y ofensivo para los ciudadanos de este país.

 

 

Hugo Chávez ahora descansa en paz bajo un monolito pétreo y cuadrado en un cuartel de arquitectura anticuada que fue antes instalación y museo militar, previamente Escuela Militar, y también -¿casualidades de la vida?- el lugar en el cual el teniente coronel Chávez buscó trinchera y refugio después que fue evidente su golpe de estado, al menos en Caracas, su responsabilidad, era un fracaso rotundo. De allí fue llamado a una entrevista segura y almuerzo con el Ministro de la Defensa, el mismo que no escuchó ni entendió (¿o no quiso escuchar?) las advertencias de otros altos militares sobre el alzamiento que se avecinaba –advertencias con nombres, pelos, señales, guarniciones y cargos-, aunque justo es señalar que el propio Presidente Carlos Andrés Pérez rehusó hacer caso a las mismas informaciones y denuncias.

 

 

Pero la realidad es que del Ministerio de la Defensa salió un Chávez bañado, afeitado y escrupulosamente uniformado a declarar ante los medios, un evento que había sido expresamente prohibido por el propio Presidente. De Miraflores y su “por ahora” a la cárcel, del presidio a la calle a recorrer Venezuela, de su actuación como candidato bien asesorado a una visita trascendental a Fidel Castro, y de ahí a 14 años de mucha televisión, mucho carisma, mucha popularidad y excesiva capacidad para destruir al país en todas las áreas, incluyendo la petrolera; esta última Chávez, que tenía demasiadas lecturas sobre Bolívar en sus expresiones más rimbombantes pero muy escasas sobre política práctica, economía y gerencia, la interpretó como una fuente permanente de billones de dólares. Chávez no escuchó a nadie que le dijera cualquier cosa que no fuera que el precio del barril subiría cada año.

 

 

Ese despliegue de errores e interpretaciones equivocadas fue lo que heredó Nicolás Maduro, con el agravante que no tuvo ni tiene ni tendrá el encanto que tuvo su predecesor para las masas y unos cuantos mandatarios extranjeros. Dicen algunos comentaristas, sin que por ello muestren malsana alegría, que Chávez tuvo suerte de morirse antes que la estructura revolucionaria se le derrumbara encima, como le está pasando a Nicolás Maduro. Morirse no es cuestión de suerte, claro, pero que te dejen una herencia envenenada, corroída, sí que es mala suerte.

 

 

Con el agravante de que Maduro ha demostrado sobradamente que no sólo no tiene el atractivo popular de su antecesor, sino tampoco control -al menos- mayoritario del chavismo, ni idea realista de lo que hay que hacer para parapetear al país; más bien, no concibe lo que hay que hacer ni es capaz de realizar un autoanálisis serio para corregir lo que hizo mal e incluso peor en algo más de dos años de gobierno invariablemente equivocado que no sólo no corrigió las faltas de Chávez, sino que las prolongó, amplió y “profundizó”, como les gusta decir a los chavistas- sino que además habla mucho, siempre suena vacío y poco o nada creíble, como esa manía que le hace quedar siempre mal, de anunciar que ha detectado conspiraciones de todo tipo afirmando que tiene las pruebas que mostrará después, y que nunca exhibe, los complots que denuncia Nicolás Maduro son siempre fantasmagóricos.

 

 

El Presidente ni siquiera ha tenido el coraje elemental de hablar con claridad a los ciudadanos, a los chavistas, tras la monumental derrota que le aplicaron en casi todo el país. Nadie le pedía que se alegrara por el rotundo fracaso electoral, pero lo menos que debe hacer el primer mandatario en un caso como el del 6 de diciembre es anunciar cambios en las estrategias fracasadas y nuevas medidas de ajustes. Y porque no, considerar la idea de renunciar. Pero es bueno aclarar que la dimisión es un acto voluntario.

 

 

Maduro no hizo nada, enmudeció y obvio planteamientos. Se aferró tozudamente al mismo tipo de mensajes, anuncios y amenazas que habían derrotado a los candidatos oficialistas salvo contadas excepciones, apenas indicó que cambiaría el Gabinete –medida elemental tras un desastre político y una hecatombe económica como la de este Gobierno, pero los días pasan, los ministros permanecen y nadie puede planificar ni asumir cuál será el nuevo camino, ya que en el chavismo versión Maduro-Diosdado no hay vía alguna, sólo incertidumbres y tinieblas. Maduro se destaca como el Presidente de los errores, y nada indica que en 2016 vaya a ser iluminado por el Espíritu Santo que más bien pareciera que lo encandila con la luz divina y lo enceguece.

 

 

Son considerables las leyes que la nueva Asamblea Nacional debe emprender, analizar, discutir, estructurar y lanzar, lo entiendan y lo acepten Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y la cúpula psuvista o no, aparte de las numerosas investigaciones que las diversas comisiones parlamentarias deberán desarrollar en beneficio de adecentar, ordenar y rescatar obras perdidas, acelerar las irresponsables y convenientemente retrasadas –basta ver el desastre en el sector eléctrico, con centenares de millones de dólares derramados en trabajos y adquisiciones de equipos que simplemente no se ven, que llevan años de retraso o sencillamente nunca fueron comenzadas o adquiridas.

 

 

Todo indica, además, que el Gobierno madurista se empeñará en 2016 en mantener sus conceptos erróneos que llevan, inevitablemente –como ha venido sucediendo desde 1999- a una profundización, pero no del socialismo sino del desastre, a un enfrentamiento y castigo saboteador constante a la iniciativa privada. El empresariado, desde los grandes consorcios hasta los pequeños productores y comerciantes, está claro de lo qué hay que hacer, y por saberlo también están conscientes de que 2015 será un año casi bueno en comparación con los crecientes problemas de 2016.

 

 

Algunos especialistas estiman que durante este nuevo año se producirá una recuperación progresiva del precio petrolero hasta poco más de US $ 60.oo por barril, pero ése será el crudo marcador más caro del mundo, el liviano Brent del Mar del Norte; es decir, que el pesado y extra-pesado de la Faja del Orinoco escalará un precio promedio algo menor. Eso es lo bueno. Lo malo es recordar, y saber, que el colapso económico comenzó cuando el promedio mundial petrolero cayó a entre 80 y 70 dólares, con ese precio el desorden chavista no aguanta la presión, es administrativamente incompetente. Imagínense un 2016, en las condiciones de ruina en que está el país, con un Gobierno absolutamente inepto e incapaz. Basta sacar una cuenta elemental y comparar el resultado con las gigantescas deudas interna y externa que el estado ya tiene –y no pensamos sólo en los chinos.

 

 

El sector privado conoce al detalle el monumental reto de rescatar empresas que por la caída del mercado, por la carencia de divisas, por los abusos y controles del Gobierno o simplemente porque fueron estatizadas por las buenas o por las malas, se convirtieron en improductivas, cuando no en cargas burocráticas para el Estado. El sector privado organizado calcula que hay que generar al menos unas 1.200 empresas productivas en los años por venir, y eso no es tarea fácil, porque para empezar hay que generar una gran confianza en empresarios e inversionistas, elemento del cual el Gobierno madurista simplemente carece. El estado debería disponer de personal con conocimientos gerenciales y técnicos, justamente el tipo de recurso humano que el chavismo ha demostrado ampliamente que no tiene. El desprestigiado y claramente ineficiente sistema cambiario, que niega divisas –que tampoco tiene ni tendrá en cantidad suficiente- a empresarios y emprendedores, castiga duramente la confianza en el país.

 

 

Los problemas de los empresarios establecidos son sencillos en una economía normal, pero gigantescos por los criterios obsoletos del Gobierno. Problemas que el Gobierno simplemente no entiende –o considera “guerra económica” como flujo de caja vs. ganancias y pérdidas, la reposición de mercancía ya en bajísimos niveles frente a un Gobierno que suele pensar que tener depósitos con un par de días de inventario es igual a acaparamiento y especulación.

 

 

Junto con el complejo trabajo que espera a la mayoría parlamentaria en la Asamblea Nacional que comienza este 5 de enero, sujeto además por la anunciada actitud inamistosa del Gobierno, los ciudadanos de a pie vamos a terminar añorando a 2015 como un período mucho más grato y fácil que este complicadísimo venidero 2016.

 

 

Aún así, les deseo a todos los lectores que han tenido la gentileza y paciencia de seguir estos comentarios durante el año que termina, y que confiamos sigan leyendo en ese muy arduo 2016, que por encima de todas esas dificultades previsibles disfruten de mucha felicidad y tengan éxito, junto con sus familias en el nuevo año que se nos avecina. Un fuerte abrazo solidario y nuestros mejores deseos de paz.

 

Armando Martini Pietri

@ArmandoMartini

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