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¿100 días o 15 años?

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¿100 días o 15 años?

Este es un régimen envejecido que quiere hacerse pasar por nuevo. La trampa de los primeros cien días está en querer disfrutar de esa luna de miel política que los electores conceden a los nuevos gobernantes, reconociendo que estar al frente del país es siempre una experiencia inédita. Pero allí está el detalle, que el grupo que está a la cabeza del régimen es tal vez el más experimentado de toda nuestra historia republicana, y muy seguramente el más incapaz. Todos ellos son parte de un templete que se ha paseado por los más variados cargos, y en todos ellos han fracasado rotundamente.

 

Pero no solamente eso, también todos ellos son fiadores solidarios y sin disidencia del socialismo del siglo XXI, del Primer Plan Socialista Simón Bolívar, del Plan Patria –programa de gobierno del extinto mandatario- que fue asumido por Nicolás Maduro como propio, de las decisiones tomadas en PDVSA, BCV, FONDEM, ALBA, Petrocaribe, Mercosur y con el Fondo Chino. Todos ellos han aplaudido cada una de las misiones, incluida la que llaman “a toda vida Venezuela”.

 

Todos han gritado loas a los programas de cooperación, regalos y subsidios a “países hermanos” y a cuanto “bicho de uña revolucionaria” ha pasado por aquí con la mano extendida. Todos ellos han justificado la inversión militar y los despropósitos con Bielorrusia, Iran, Siria, Korea del Norte, Rusia, Cuba, y el largo etcétera que nos ha chuleado con tanta gula. Todos ellos han dicho más de una vez que son hijos legítimos del chavismo, que el comandante galáctico es el gigante que dirige sus vidas… Todos ellos han renunciado a la disidencia y preferido la alineación perfecta. Entonces no podemos hablar de los primeros cien días sino de los últimos cien días de un largo período de descomposición de nuestras instituciones republicanas en la que todos ellos han tenido roles protagónicos, privilegios de primer orden y capacidades ampliadas para malversar recursos y oportunidades.

 

Lo que sí es nuevo es el tener que convivir con un régimen que ahora no tiene ni carisma ni realizaciones que mostrar, y para colmo luce muy desgastado en sus argumentos justificativos. La cantaleta de la conspiración y de la conjura de los enemigos de la patria, o del magnicidio, suena a los oídos del pueblo como expresiones histeroides de ansiedad y angustia por tener que lidiar con los plazos que se han cumplido. Todas esas invocaciones irresponsables lucen aburridas y sin credibilidad alguna. Lo que sí es cierto es que debe ser terrible encontrarse al frente de una gestión de quince años en el que todas las promesas se han defraudado y ninguna dificultad se ha superado. La política, la economía, lo socio-cultural y la ideología muestran un agotamiento persistente e irreversible. Y para colmo, la bonanza petrolera ya no es tal, las reservas están en el suelo, los riesgos están al alza, y la credibilidad del gobierno se está esfumando mientras pasan los días y todos aprecian que el que nos dirige “no da pie con bola”. Lo nuevo es la decepción acelerada, la precariedad económica, y esa sensación incremental de que el liderazgo oficial no está acompasado al ritmo que está sonando.

 

Porque lo que realmente está sonando no lo saben bailar. No saben resolver el problema de la inseguridad ciudadana porque no lo pueden hacer mientras ellos mismos sean parte y promotores de una situación determinada por la impunidad de los grupos armados a favor del gobierno, el sectarismo y el discurso del odio. Tampoco saben resolver la crisis económica porque ello supondría revocar quince años de socialismo y de desconocimiento de los derechos de propiedad.

 

Ellos no pueden hacerlo porque su estructura de pensamiento solo concibe intervenciones e intromisiones crecientes del gobierno en el sistema de mercado. No pueden atajar la corrupción porque ello significaría hacer una purga integral de los cuadros civiles y militares que sustentan el gobierno, volver al respeto por el Estado de Derecho, garantizar la transparencia y la división efectiva de poderes que solo son posibles con el respeto por el talento, las atribuciones y competencias de cada una de las instituciones públicas. La corrupción se ceba en la impunidad, los controles, el sectarismo, y hay que decirlo, se alimenta de las carencias intelectuales para entender lo social, lo político y lo económico.

 

Ellos no saben bailar sino esta polka autoritaria que reproduce todos los males sin mitigarlos. Ellos están condenados a la conspiración constante porque ellos mismos no tienen otra regla del juego que el dedazo. Pero ahora está muerto el titular de ese dedo irrebatible. ¿Y qué queda? Lo que estamos viendo, la cueva de Alí Babá vaciada y los ladrones intentando arrebatarse entre sí los restos del botín. El régimen perdió su centro de gravedad, y ahora es más centrífugo, menos disciplinado, y también menos comprometido. Se han convertido en una corte donde todo vale a la hora de continuar siendo cortesanos. Pero esa misma lógica evita y se interpone entre las aspiraciones y las realizaciones. Demasiado tiempo tienen que invertir en salvarse, en acercarse al nuevo reacomodo, en intentar descifrar quién cae parado y quien está condenado por anticipado. Con esos afanes no hay tiempo ni incentivos para resolver los problemas.

 

Porque además está el último recurso, la fuerza. Diosdado no ha dejado de advertir que “en cualquier momento se vuelve loco”. Nicolás repite que el cuenta con el don de agitar “la ira de los dioses” contra todos aquellos que se les opongan. Y todos los lugartenientes dicen, hacen y piensan más o menos lo mismo. Dicho de otro modo, esa confianza en ser parte de una revolución armada, autoritaria y malandra, no les hace pensar que la legitimidad de todos ellos pende de la resolución de los problemas que aquejan al país. Todos ellos creen que tienen fuerza y valor suficientes para acallarnos por las malas. Todos ellos se sienten “guapos y apoyados” porque las armas les dan la ventaja. Una falsa ilusión que ha sido desmentida una y otra vez, porque algunas veces las bayonetas solo sirven para sentarse sobre ellas. Tal vez ese sea el destino de muchos ellos.

 

Por Víctor Maldonado

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