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  “Más censura, por favor”

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  “Más censura, por favor”


 
 Lo que no se sabe no puede causar ningún efecto en las masas. Esa máxima viene de los mismos expertos en comunicaciones que en el siglo pasado aplicaban fervientemente lo de “una mentira dicha mil veces se convierte en verdad”. Sí, desde la Alemania nazi hasta la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, incluidas Corea del Norte, la China comunista y la inefable Cuba. Estas estrategias les han dado muy buenos resultados.

 

 

En su momento, obviamente, porque pasa el tiempo y todo se sabe. “No hay nada oculto entre cielo y tierra” es otra frase muy común, sobre todo ahora con las redes sociales. Lo cierto es que al pasar de los años las atrocidades de los nazis, de los sanguinarios soviéticos, de los comunistas chinos, de los hambreadores norcoreanos y de la dictadura cubana se saben y se repudian. Esperemos que lo mismo pase con el régimen que mantiene secuestrado el poder en Venezuela.

 

 

Pero eso no quiere decir que no lo sigan aplicando, porque como se dijo, los maduchavistas tienen escuela cubana y doctrina dictada por el comandante muerto en la materia. Por eso el número tres (aunque se crea número dos) no deja de lanzar línea a través de su bodrio televisivo. Entonces, que los periodistas que informan sobre lo que ocurre en Apure son declarados enemigos del régimen es lógico si se ve con la óptica de los opresores.

 

 

“Mercenarios”, llamó el número tres a Luis Gonzalo Pérez y José Hernández. Y sí lo son, son mercenarios de la verdad y de la ética, como todo periodista, que se sienten recompensados cuando su esfuerzo les hace descubrir lo que con tanto empeño los violadores de los derechos humanos pretenden tapar. Porque esa es la recompensa en esta profesión, pero eso no lo puede entender el que solo mide su éxito por la cantidad de dinero que acumulan en el banco él y sus testaferros.

 

 

“Enemigos”, les dice. Como si fuera un insulto ser enemigo declarado de los delincuentes, narcotraficantes, secuestradores y demás malvivientes que mantienen en jaque a los pueblos fronterizos de Apure. Sí, la única arma que tienen periodistas como Pérez y Hernández son las palabras, que usadas apropiadamente y en el momento menos esperado pueden desarmar cualquier atrocidad.

 

 

Pero es bastante difícil cuando se lucha en contra de un monstruo de la censura como lo ha probado ser este régimen, que ha puesto en práctica muchas estrategias para silenciar a los medios de comunicación venezolanos; los compra, los ahorca económicamente, amenaza a sus trabajadores, los encarcela.

 

 

Pero la lucha por contar la verdad, la valentía y la osadía son características del periodista en cualquier parte del mundo. Por eso los medios colombianos mandan a sus corresponsales. Y tanto miedo les da que en Colombia sí se respete la libertad de expresión como derecho humano que hasta Arauquita llegaron las amenazas y se hizo el silencio.

 

 

Sin embargo, en Miraflores no deben perder de vista lo que se dijo al principio. Al final, todo se sabe. Y además, la violación de los derechos humanos es un crimen que no prescribe. Es cuestión de tiempo.

 

 

Editorial de El Nacional

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