Los cuidacasas  
agosto 5, 2019 6:12 am


 

 
 La penuria busca soluciones y  la estrechez ofrece oportunidades. En la medida en que aumentan las dificultades, los miembros de la sociedad que las padecen se las arreglan si no para lograr soluciones definitivas, para remendar la tela. Es lo que sucede ahora en Venezuela, debido al éxodo masivo que ha provocado el régimen usurpador.

 
 
El exilio es una retirada, pero también una búsqueda de nuevos horizontes. Las olas de emigración son, en última instancia, el encuentro de nuevos alicientes, un abandono difícil que se convierte en esperanza. La diáspora es una señal de dolor y frustración, pero también la vista puesta en mejores oportunidades. Tanto que, pese a la tragedia que encierra, no solo abre horizontes que pueden ser prometedores para el migrante, sino que también ofrece posibilidades de vida y oportunidades de trabajo para los miembros de la sociedad que se mantienen en el país.

 

 

Como la diáspora implica el abandono de los domicilios, ha surgido un emprendimiento que consiste en ocuparse de cuidar los hogares vacíos. Un grupo de perspicaces observadores, después de estudiar el panorama, se ha dado a la tarea de ofrecer servicios de cuidado y vigilancia de las casas transitoriamente deshabitadas. No solo para protegerlas frente al delito, mediante visitas periódicas,  sino también para preservarlas en su interior a través del seguimiento de los servicios básicos para que los lugares se mantengan como en el pasado, o para evitar su deterioro.

 

 

Igualmente han aparecido ofertas para el cuidado de los ancianos que han visto la partida obligada de sus descendientes. Ahora ha florecido la figura de los acompañantes que se pueden dedicar a la atención de la salud, o para las diligencias propias de la cotidianidad que antes hacían  los hijos y los nietos. Estamos ante ocupaciones inexistentes en el pasado que, aparte de hacernos ver la profundidad de la crisis social llevada a cabo por la dictadura, dan cuenta de cómo se las arregla la gente común para sobrevivir.

 

 

Es cierto que la aparición de los cuidacasas y de los acompañantes de abuelos descubre una tragedia sin parangón en Venezuela, pero igualmente evidencia el surgimiento de conductas destinadas a acompañar el padecer ajeno. Mediante el cobro de emolumentos, no faltaba más, pero desde la trinchera de una  solidaridad y de una forma de sobrevivencia que disminuye los escollos del ostracismo.

 

 

Editorial de El Nacional