Los billetes de la incompetencia
septiembre 4, 2019 6:18 am


 
 
Una administración que tiene conocimiento de los problemas de las personas y de las situaciones bajo su cuidado debe tener ideas para solucionarlos. En general, los responsables del manejo de un conglomerado que depende de sus decisiones están en la obligación de responder a sus solicitudes, de solucionar los entuertos y, si es posible, de evitar que sucedan. Estamos ante una verdad que parece de Perogrullo, pero que se convierte en un desafío imposible de satisfacer en el caso del gobierno venezolano.

 

 

Se dice que la superficial gestión del general Julián Castro antes de la Guerra Federal y el disparatado paso de los sucesores de los hermanos Monagas después, han sido testimonio de cómo no se debe gobernar por falta de ideas y de personas capacitadas para convertirlas en realidad, no en balde encabezan la lista de los desgobiernos y de las calamidades, de una carencia de planes sin rival en la historia de Venezuela. Hoy desde la página editorial sugerimos a los historiadores que sean más benévolos con esos antepasados de la piratería y de la ignorancia, porque encuentran larga y cómoda superación en el desgobierno madurista de la actualidad.

 

 

¿Estamos exagerando? Si el lector piensa en un problema rutinario y en cómo el régimen ha sido incapaz de buscarle remiendo, nos acompañará en la petición de quitarle al general Julián y a los monagueros el trofeo de inoperancia que ostentaban. El asunto del cono monetario, por ejemplo. La dictadura dispone la circulación de billetes nuevos y solo suelta los de más alta denominación, para que la gente no tenga papel moneda ni para pagar el pasaje. No estamos hablando de teoría económica, un tema con el que no queremos abrumar a los paralíticos ministros de la “revolución”, sino de una medida que toman en Miraflores y que después no pueden ni saben cumplir para que los gobernados queden a la deriva en los asuntos normales y corrientes de la cotidianidad. ¿Por qué? Porque desde arriba los pusieron a padecer, sin que exista una explicación que no sea la de la incompetencia de quienes tuvieron la genialidad de cambiar unos billetes por otros que no pueden poner en circulación.

 

 


Difícilmente se puede encontrar un mayor testimonio de impericia, una prueba más evidente de nulidad. No hay una manera distinta de explicar el predicamento, debido a su envergadura y a cómo se pudo evitar pensando durante un rato. Pero de momento no conviene seguir buscando la quinta pata del gato, no vaya a ser que, cuando nos miremos en el espejo, nos veamos como la causa inicial de la oscuridad de los burócratas que manejan así a Venezuela.

 

 

Editorial de El Nacional