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Lavar pocetas en el extranjero

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Lavar pocetas en el extranjero



 
Si los venezolanos lavan pocetas en el extranjero, como dijo hace poco el usurpador, es porque resulta mejor que lavarlas en Venezuela. Pero la preferencia por la limpieza de sanitarios en la vecindad latinoamericana, o en la lejana Europa, que mencionó el “pensador” que nos desgobierna, no responde a un deseo de quienes lo están haciendo, sino a la política devastadora de quien ha desembuchado la infeliz expresión.

 

 

Porque también afirmó el usurpador que Venezuela es un país más hermoso que los que sirven de refugio a nuestros millones de migrantes, notable excusa para ocultar los motivos de la diáspora más numerosa que haya padecido una república del continente desde los tiempos de la Independencia. Porque Venezuela no es más hermosa que el resto de los contornos que ofrece el usurpador como comparación, sino solo una comarca con rasgos benévolos y detalles atroces como los otros, con paisajes espectaculares y lugares desastrados como los de las geografías semejantes. Lo que sí se puede asegurar, sin temor a una equivocación, es que padece el peor gobierno de todas las jurisdicciones que el brillante sujeto ha querido proponer como analogía.

 

 

El usurpador se burla de los venezolanos cuando suelta expresiones tan irrespetuosas e irresponsables. Soslaya la tragedia que significa una emigración masiva para la sociedad más sedentaria de América Latina, acostumbrada desde sus orígenes a recibir a sus semejantes de otras latitudes, pero jamás habituada a hacer maletas para un periplo de incertidumbres y dolores. Desestima la angustia de las personas acostumbradas a viajar con pasaje de ida y vuelta, una seguridad que él se ha ocupado de expulsar de los itinerarios del peregrino inédito que es ahora el venezolano. Oculta el dolor de las familias separadas y la angustia provocada por reconstruir la vida en lugares desconocidos que no son siempre hospitalarios. Solo asegura que nuestro país es más hermoso que los territorios que hoy dan acogida a los millones de migrantes, porque así oculta su responsabilidad ante la tragedia o quizá porque hable del país desde los parámetros superfluos de un concurso como el Miss Venezuela, o desde los contenidos de un folleto de turismo.

 

 

El problema no radica en la belleza de Venezuela, que abandonan unos locos o unos idiotas para limpiar pocetas en el extranjero. Solo hay un problema digno de especial atención en este sentido: usted, señor Maduro, un usurpador sin ideas en la cabeza que los obligó a dejar sus hogares y sus afectos para hacer oficios viles en parajes remotos que jamás hubieran querido visitar, pero que usted puso a la fuerza en su itinerario. Usted atravesó las pocetas en su camino, y el estropajo para asearlas, y el suelo duro para arrodillarse y la faena infinita que quiebra las espaldas. Usted los condenó a la servidumbre que un ciudadano no merece.

 

 

 

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