Las trampas del descrédito
mayo 14, 2019 7:11 am

 

Una de las armas que más se ha utilizado para descalificar a los líderes de la oposición, o a un grupo prominente de ellos, ha sido la de someterlos a la vindicta pública porque, pese a que militan en las filas a de los adversarios de la dictadura, solo protagonizan un acto de simulación; porque, en el fondo, son sus agentes encubiertos, o sus colaboradores a sueldo, unos alcahuetes dignos de mejor causa a los cuales hay que desenmascarar por el bien de la patria. Se trata de uno de los procedimientos más perversos y arteros que se han puesto en marcha para que solo domine un grupo de supuestos arcángeles en la cima de la esquina opositora, para que se lleve a cabo una depuración gracias a la cual la virtud se impondrá contra el vicio para librarnos del usurpador.

 

 

No existiría la posibilidad del reproche si los ataques provinieran de los laboratorios del chavismo, diestros en la fábrica de calumnias y en la divulgación de patrañas contra sus enemigos. Se entenderían como piezas del juego macabro que sale de las voluntades destructoras a las cuales solo interesa la conservación del poder, sin que el precio importe en la maniobra. La alarma brota cuando las historias torcidas nacen del seno de la oposición, es decir, de grupos de ella a los cuales conviene la destrucción de algunas de sus figuras para que su lugar sea ocupado por los que no han tenido ocasión de brillar en las alturas por la falta de respaldo popular, o porque no calzan las botas para hacer el recorrido con propiedad.

 

 

Ponen a rodar la historia de una conducta oscura de un dirigente en particular, para después condimentarla con camiones de basura. Es tan sencillo como sucio. Una “autoridad” de los medios echa a rodar el episodio sin aportar evidencias desde un programa con audiencia, habitualmente transmitido desde el exterior, desde Miami, por ejemplo; y la credulidad de los destinatarios la recibe con beneplácito y se ocupa de amplificarla sin importar el perjuicio que acarrea, no solo al político atacado sin fundamento, sino también a las luchas de la oposición. Nada más gustoso que hacer leña del árbol que estorba, en especial si es frondoso, se diría al contemplar cómo multiplican las versiones calumniosas los que las reciben y se ponen a ventilarlas sin el menor examen.

 

 

Aunque no es una operación tan simple, tan automática y hacedera. El infundio que se transmite partiendo de la “autoridad” de un conocidocomunicador, o de una conocida de los micrófonos y de las cámaras aquí y en otras latitudes, cuenta con el soporte de equipos expertos en el manejo de redes sociales que las extienden hasta millones de usuarios que las acogen como ciertas y las repiten como si se tratara de la buena nueva. En la operación participan tuiteros influyentes, verbo y gracia, o con ganas de ganar puntos en el rol de inquisidores. Se forja así una urdimbre tenebrosa de difícil desenredo, debido a que su maraña está atada por intereses que la anudan con tenacidad y a que a los clientes de la parcela política les viene de perlas la quema de chivos expiatorios, la descarga del pecado en hombros ajenos y envidiados.

 

 

La operación cuenta con respaldo económico de origen sospechoso y, por supuesto con el beneplácito del usurpador. ¿No le ahorra tiempo y esfuerzos, plata y porquería? Los hechos se encargan de desmentir las crónicas turbias, la hechura de episodios trazados desde la mentira y la maldad, por fortuna, pero ya sabemos lo que sucede con el agua pestilente arrojada a propósito. Si no mancha, tizna, desgraciadamente.

 

 

Editorial de El Nacional