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La universidad necesita a la sociedad

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La universidad necesita a la sociedad


 
 La universidad ha sido baluarte de la resistencia contra la usurpación, hasta extremos que se pueden considerar heroicos sin exagerar, pero no ha contado con el apoyo masivo de la ciudadanía. Ahora, cuando Maduro aumente sus amenazas contra la autonomía, la sociedad debe manifestarles toda su solidaridad.

 

 

Todos sabemos lo que, en términos generales, hace la universidad por la nación: crea conocimientos, fomenta las ciencias y las disciplinas humanísticas, forma a las nuevas generaciones en sus aulas y permite el libre movimiento de las ideas en una actividad del espíritu y del raciocinio que se mantiene a través del tiempo gracias a ella. También sabemos, si debemos detenernos en lo específico, que ha salido de su seno la fuerza, pero también el heroísmo de los jóvenes que se han enfrentado a los atropellos de la dictadura hasta el extremo de arriesgar la libertad y de perder la vida. Así como evidencian la permanencia de su custodia de la civilización, cuando han debido reaccionar contra la arbitrariedad del autoritarismo y contra la barbarie de la actual usurpación, sus hijos han ocupado la vanguardia.

 

 

Hoy la universidad, acosada hasta extremos escandalosos por la barbarie entronizada en Miraflores, reclama la compañía de la sociedad que tanto le debe. Las asociaciones de profesores piden que no observemos desde lejos sus luchas. Los estudiantes, con los líderes de sus federaciones a la cabeza, piden que no los dejemos solos en el nuevo capítulo de las acciones que deben emprender, no solo para mantener su sobrevivencia, sino especialmente la autonomía de la cual depende su esencia.

 

 

Los campus recuerdan que siempre han estado pendientes de los problemas que sacuden a la gente que habita más allá de sus fronteras, y ahora necesitan, como cosa de vida o muerte, el compromiso de una ciudadanía a la que han servido, que los llenemos con nuestro aliento y con nuestra gratitud. Los claustros ahora no solo quieren la concurrencia de sus catedráticos y de sus estudiantes, que jamás les ha faltado, por fortuna, sino también la presencia del país entero. ¿Los vamos a observar con indiferencia, los vamos a dejar en las garras de la usurpación, como si no fueran parte de un tesoro moral y material con cuya pérdida desaparecerían la democracia, la civilización construida con inmensos sacrificios y los valores primordiales del republicanismo?

 

Editorial de El Nacional

 

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