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La terapia de la artrosis se basa en algo más que fármacos

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La terapia de la artrosis se basa en algo más que fármacos

Una revisión ofrece las claves sobre el diagnóstico y tratamiento de esta enfermedad

 

 

 

La artrosis, uno de los grandes problemas de salud pública, debería intentar tratarse mediante estrategias no farmacológicas (como ejercicio o pérdida de peso) antes de probar con los medicamentos. Las intervenciones quirúrgicas sólo deben considerarse como último recurso.

 

 

 

Estas son algunas de las conclusiones de una revisión publicada en el ‘British Medical Journal’ acerca de la artrosis, la principal causa de incapacidad en las personas mayores de 65 años. Los autores dan algunas claves sobre el diagnóstico y tratamiento de este problema.

 

 

 

Este trastorno degenerativo se debe al fallo estructural y funcional de las articulaciones. Puede afectar a cualquier articulación sinovial (las que permiten movimientos amplios de los huesos que unen), aunque las más frecuentes son las rodillas, manos y caderas. No se trata únicamente de un problema del cartílago, como se pensaba hasta ahora, sino que afecta también a otras estructuras articulares, como el menisco, los ligamentos, la membrana sinovial (que reviste la articulación), el músculo periarticular, etc.

 

 

 

En la consulta

 

 

El médico pensará en una artrosis ante un paciente con dolor, agarrotamiento, problemas de movilidad y edad avanzada (la enfermedad no es habitual antes de los 40 años) que no presente otros indicios de enfermedad sistémica, como fiebre. El dolor de la artrosis es muy característico porque se agudiza con la actividad y se ve aliviado con el descanso. De todos modos, cuando la artrosis está avanzada también molesta en reposo y por la noche.

 

 

 

El diagnóstico de este problema debe basarse en un examen físico (peso corporal, movilidad de la articulación, localización del agarrotamiento…) y, después, ser confirmado por una radiografía, aunque ésta sólo detecta una artrosis avanzada.

 

 

 

«La resonancia magnética puede emplearse para facilitar el diagnóstico de otras causas de dolor de rodilla que pueden confundirse con la artrosis», explican los autores, quienes aclaran que tampoco hacen falta pruebas de laboratorio para confirmar el diagnóstico. «Dado que la artrosis no es una artritis inflamatoria, es de esperar que los resultados de los análisis sean normales. Además, teniendo en cuenta la elevada prevalencia de anomalías de laboratorio en las personas mayores, como una elevada tasa de sedimentación de eritrocitos [tendencia de los glóbulos rojos a ‘acumularse’] o anemia, a menudo y pueden llevar a pruebas innecesarias», advierten en el último ‘BMJ’.

 

 

 

Algunos consejos

 

 

Una vez diagnosticada la enfermedad, habrá que tratarla con un enfoque individual «y probablemente consistirá en una combinación de opciones terapéuticas. El tratamiento debería cambiarse de acuerdo con la respuesta obtenida», comentan los autores, quienes recuerdan que la artrosis no tiene cura. «La jerarquía terapéutica recomendada debería consistir en tratamientos no farmacológicos primero, después fármacos y, después, si fuese necesario, cirugía», comentan.

 

 

 

De este modo, las primeras opciones serían:

 

 

 

Educar al paciente. Animarle a que participe en programas de autocuidados y proporcionarle fuentes de apoyo social.

 

 

Pérdida de peso. Las personas con sobrepeso deben adelgazar mediante dieta y ejercicio.

 

 

Ejercicio. Actividades como caminar, bicicleta o nadar aumentan la capacidad aeróbica, la fuerza muscular y la resistencia y facilitan la pérdida de peso. También aconsejan fortalecimiento de los cuádriceps.

 

 

Terapia física. Ejercicios para mejorar el rango de movimientos, fortalecimiento y estiramientos musculares facilitan la resolución de síntomas y mejoran los déficits funcionales.

 

 

 

Rodilleras y aparatos ortopédicos. En ciertas lesiones, pueden proporcionar alivio y mejorar la funcionalidad. Además, los autores recomiendan que se emplee un calzado deportivo adecuado.

 

 

Los fármacos

 

 

 

Analgésicos: el paracetamol será la opción elegida para el dolor leve o moderado, seguido por los antiinflamatorios no esteroideos en el caso de que los pacientes no respondan adecuadamente a los primeros (los AINE son más eficaces, aunque tienen ciertas desventajas como su toxicidad). También las pomadas analgésicas pueden ser útiles y podrá recurrirse a los analgésicos opioides si los antiinflamatorios están contraindicados, no son eficaces o no se toleran. Sin embargo, no existen evidencias de que los compuestos de glucosamina sean eficaces.

 

 

Inyecciones de esteroides: en agudizaciones del dolor y signos de inflamación local, las inyecciones intraarticulares de corticoides proporcionan beneficios a corto plazo (una semana).

 

 

 

Ácido hialurónico: según la revisión del ‘BMJ’, su efecto es relativamente pequeño.

 

 

Al final, la cirugía

 

 

 

«La cirugía debería evitarse cuando los síntomas puedan tratarse mediante otras modalidades terapéuticas», comenta el artículo. El quirófano estará reservado a pacientes con un dolor debilitante, una gran limitación de funciones como caminar o las actividades cotidianas y pérdida de la capacidad de dormir o trabajar. Existen tres opciones:

 

 

 

 

Artroscopia. El papel de esta intervención mínimamente invasiva es controvertido. Consiste en introducir en esta zona una jeringuilla que irriga la articulación arrastrando las partículas de cartílago gastado (lavado) y, en algunos casos, también se utiliza un pequeño tubo para extraer estos fragmentos (desbridamiento). Sólo en algunos pacientes retirar esos ‘cuerpos’ que están ocasionando síntomas mecánicos podría resultar útil.

 

 

 

Osteotomía. Esta intervención consiste en cortar cuñas de hueso, para realinear y colocar en posición correcta la articulación y corregir así las zonas de carga. Aunque la recuperación suele ser larga, la osteotomía mejora el dolor y la movilidad y, además, puede retrasar entre cinco y 10 años la necesidad de hacer un reemplazo total de la articulación.

 

 

Artroplastia. Es el reemplazo de la articulación deteriorada por una prótesis, normalmente en cadera y rodilla. Se trata de una intervención irreversible reservada para aquellos en los que no han funcionado los tratamientos más frecuentes. «Con la adecuada selección de pacientes, pueden esperarse unos resultados buenos o excelentes en el 95% de los casos y la tasas de supervivencia del implante es del 95% a los 15 años», dice el artículo.

 

 

ISABEL ESPIÑO

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