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¿La noche es exclusiva para veinteañeros?

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¿La noche es exclusiva para veinteañeros?

Odio las reuniones caseras. En especial las familiares. Las considero eventos con un margen de maniobra limitado. Por lo general es un grupo de gente que se sienta alrededor de algo. Puede ser una mesa con una cena que consta de varios tiempos; una sala y varios platos de botana al centro o una cocina en donde anfitriones y comensales charlan de sus vidas. A veces los invitados son un grupo cercano que sigue una cierta tradición de frecuentarse cada determinado tiempo, o celebraciones esporádicas como cumpleaños y aniversarios. Cualquiera que sea el caso, las posibilidades de conocer a alguien son muy bajas. Menores a las de echar una moneda al aire.

 

 

 

Para que esto suceda tendrían que confabular varios factores, por ejemplo, que el grupo sea heterogéneo, diverso, divertido o casual. Además de las parejas que suelen plagar estas reuniones, alguien tendría que llevar a alguna amistad de más, lo cual siempre es improbable. Y, si se trata de una fiesta, varias personas las utilizan como pretexto para tener una cita con sus respectivos pretendientes y no para ligar. En fin.

 

 

 

En lo personal prefiero salir a bares y terminar la noche en antros o cualquier sitio público donde haya más personas. Ahí uno puede también hablar con amigos, pero desplazarse con libertad y provocar una mayor incidencia de encuentros y presentaciones. Esto tampoco garantiza que vaya a toparme con mi futura esposa —ni siquiera creo en el matrimonio—, pero incrementa notablemente la probabilidad de, por lo menos, salir con un número telefónico.

 

 

 

No obstante, hace una semana tuve una de esas revelaciones que no son nada buenas y que hizo cuestionarme estas prácticas.

 

 

 

Estaba en Los Ángeles con un par de buenos amigos. Habíamos ido a un bar a precopear y después a un antrillo tipo lounge. Llegamos tarde y las leyes californianas prohíben que los lugares que venden alcohol permanezcan abiertos después de las dos de la mañana. No existen los afters (legales) ni nada por el estilo. La única opción que uno tiene a esa hora es ir a cenar. Así que fuimos a una cafetería donde, como nosotros, había varias mesas de gente resignada con ganas de más fiesta. Nos sentamos en la barra y ordenamos sándwiches y malteadas. Uno de mis amigos levantó la vista y encontró un gabinete con tres chicas solas. Estaban riendo y constantemente volteaban hacia nuestra dirección. Nos quedamos sentados sin hacer otra cosa más que comer. Ellas salieron a la calle a fumar.

 

 

 

—Creo que te hablan —le dijo uno de mis compañeros al otro.

 

 

 

Los tres giramos a la ventana y, en efecto, una de las chicas le hacía señas de que saliera. Celebramos el hecho y lo alentamos a que fuera con ella. Todo parecía como la escena de una película, sin embargo, mi amigo se veía molesto con lo que estaba pasando. Regresó consternado.

 

 

 

—¿Qué pasó? —le preguntamos al unísono.

—Me regañaron —respondió.

 

 

 

Nos quedamos incrédulos mientras nos dijo que lo sacaron del lugar para reclamarle que por qué las estaba mirando con tanto detenimiento. Él les explicó que el intercambio había sido mutuo y que en ningún momento las abordó, que ellas fueron quienes lo habían llamado. Ante esto una de las mujeres le dijo: “Ella solo tiene 19 años. Eres muy viejo para ella. Eres un pervertido”, lo que provocó que él regresara indignado al restaurante.

 

 

 

Más allá de que nos extrañó el incidente, pensamos que tal vez no se trataba de que no hubiéramos calculado bien las edades de ellas, sino que era probable que nosotros ya no nos viéramos tan joviales. Nos subimos frustrados a un Uber y regresamos a casa.

 

 

 

A la mañana siguiente seguimos hablando del tema.

 

 

 

—¿Llegamos a esa edad en la que nos convertimos en viejos rabo verdes? —me preguntó mi amigo durante el desayuno.

 

 

 

—No creo —dije—. Tú tienes 38 y yo 40, no somos tan grandes.

 

 

 

Quizá me equivoqué y tendría que empezar a conformarme con salir a reuniones caseras de amigos y familiares.

 

 

 

¿Qué piensan?

 

 

 

Fuente: GQ México

Por Confirmado: David Gallardo

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