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La luz que agoniza

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La luz que agoniza

 

Hace una década, cuando Fidel Castro llegaba a su octogésimo aniversario y Raúl le cantaba el “quítate tú pa’ ponerme yo” que la decrepitud de su hermano aconsejaba, un ingeniero de aeropuertos nacido en el estado de Florida, pero de nacionalidad cubana, integrante del grupillo conspirador que llamaban Miami’s five, que permanecía recluido en un penal de Estados Unidos purgando sentencia por delitos de espionaje, conspiración … y ¡sodomía!, hizo llegar al cumpleañero un insufrible panegírico que dijeron era poema, ¡no oda!: “A usted, que viene y va entre verdades /y lleva en sus manos un corazón gigante… A usted, que es pueblo en el pueblo, / que es tierra en la tierra… que es paz ante la guerra, / le decimos: / ¡Fidel nuestra bandera socialista/ jamás se caerá de nuestras manos!/ ¡Ordene, Comandante en Jefe!”

 

 

 

Se podía pensar entonces que semejante simbiosis de adulación y cursilería era insuperable. No contaban con Maduro, porque 10 años después de aquel desaguisado, Nicolás y su combo rompieron todos los récords al respecto.

 

 

 

Malgastador como ha sido de lo que no es suyo, el jefe del estado venezolano dispuso, una vez más y a discreción, del dinero nacional para financiar una habanera cana al aire, en compañía de parranderos y joroperos de arpa, buche y maracas, con el fin de festejar los 90 del Caballo, equino senil en franco deterioro que, afectado por todas las dolencias que son capaces de financiar los erarios públicos de dos naciones, ya no puede ni sostenerse en pie y, sin embargo, es exhibido esporádicamente como trofeo de la Guerra Fría para que los Maduro de este mundo se rindan ante sus enchancletados pies.

 

 

 

400.000 dólares costó la gracia; y lo más asombroso es que tuvieron el tupé de transmitir por el canal de “todos” los venezolanos ese momento de distracción y distensión tercermundista, en cuyos intervalos, y entre mojitos y daiquiris para los frasquiteros y escocés encapillado para los invitados especiales, Raúl Castro, que no da puntada sin dedal, aconsejaba (ordenaba) “¡No te dejes, Nico; no todavía, al menos!”. Si, señoras y señores, 400.000 del águila que hubiesen servido para aligerar unas cuantas colas y fueron dilapidados para glorificar a un sátrapa que, como Mao o Stalin, debe ser considerado criminal de lesa humanidad.

 

 

 

Tienen razón quienes sostienen que el chavismo –y con ello quieren significar el perpetuo y su apéndice– ha hecho lo inimaginable para que el venezolano de a pie le haya, como se dice, “cogido idea” a los cubanos. Y no podía ser de otro modo porque su entrepitura, imposible sin la anuencia oficial, evidencia que los Castro controlan buena parte de nuestras vidas y milagros.

 

 

 

Por eso, cantar happy birthday te deseamos Fidel es insultar a la ciudadanía; a los hombres y mujeres que deben padecer el mismo régimen restrictivo que regula la vida en la mayor de las Antillas –Cuba, qué linda es Cuba, pero Miami nos gusta más–, lo cual es poderosa razón que esgrimen para solicitar la revocación del suplidor de combustible para  una luz que agoniza.

 

 

Editorial de El Nacional

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