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La jugarreta y su historia

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La jugarreta y su historia

 

Uno de los eternos problemas de los regímenes socialistas es que se estrenan en el poder proclamándose, sin ningún pudor, como los grandes salvadores de la patria y, como si ello fuera poco, les advierten a los ciudadanos (pueblo, sería el vocablo más adecuado) que si no fuera por ese destino manifiesto el país quedaría a la deriva y, para peor, en manos de los sectores más perversos y explotadores que cualquier sociedad alguna vez hubiese conocido.

 

 

A partir de estos anuncios formulados con la misma sinceridad de un vendedor de carros usados o de un hábil timador que hace del paquete chileno su exitosa fórmula de vida, los líderes de la nueva y más justa sociedad que está a las puertas de la historia y que, entre otras cosas, anuncia la llegada del “hombre nuevo”, se instalan “incómodamente” en el poder y ponen en marcha su gran fábrica de disparates.

 

 

No son pocos los países que han padecido estos engaños, en especial aquellos que confiando en los sueños ajenos y en las promesas de los demagogos han terminado dando con sus huesos en el comunismo ramplón, burocrático y exclusivista como la Unión Soviética, los países de la Europa Oriental, China, Corea del Norte y no pare usted de contar. No metamos a Cuba en el paquete porque en más de 50 años solo ha alcanzado a ser un patíbulo incesante y un sainete que hace sonrojar en su tumba hasta al perezoso Carlos Marx y su patrocinante oficial, Federico Engels.

 

 

Si algún gobierno ha contribuido a que el comunismo (y su versión camorrera y pandillera, el socialismo del siglo XXI) se conozca en todo el mundo más por sus fracasos que por sus logros es el virreinato de Fidel y Raúl Castro. Fracaso en lo humano pues no son escasos los cubanos que, en silencio, no sólo rechazan el régimen sino que mantienen in pectore su deseo de huir al exterior, no importa dónde ni cómo, aún a costa de su propia vida y la de su familia. ¿Cómo negar que el golfo de México se ha convertido en la gran fosa común para miles de balseros huidos en busca no de una mejor vida, lo cual suena lógico, sino simple y llanamente de una vida, sólo eso, cualquiera que sea aunque constituya una remotísima posibilidad?

 

 

Fracaso en lo social porque basta con caminar por La Habana vieja para sentirse transportado al pasado, a los años despreciables cuando el dictador Batista abandonó el poder. Basta también con caminar en la noche por el malecón para entristecerse con el renacimiento juvenil de la prostitución, de la que Fidel, tan orgulloso él, proclama como “las putas mejor formadas intelectualmente”. Basta además con mirar el hambre y la escasez, la miseria que impera en los suburbios de la capital cubana y los niños que se acercan a pedir unas monedas cuando la policía no los vigila. Basta con sentir que cuesta hablar en voz alta en la calle o en un bar, en un parque o en la casa porque “puede estar cerca” un soplón del gobierno.

 

 

Este es el ejemplo que Nicolás Maduro quiere para Venezuela, que seamos una nación empobrecida, asfixiada por burócratas ladrones y ricos. Civiles o militares, da lo mismo.

 

 

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