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La hora crucial del ciudadano

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La hora crucial del ciudadano

 

 

Decir que la participación del ciudadano en los procesos electorales es fundamental parece trillar en parcela clásica, en espacios abonados a través de la historia por el pueblo venezolano, pero la cita de hoy tiene características especiales que obligan a una presencia masiva.

 

 

No solo nos ocuparemos de elegir autoridades regionales, sino también de hacer una demostración sobre el destino del país que sobrepasa los confines de los intereses que están en juego en cada uno de los estados que forman nuestro mapa. Hay una topografía más escabrosa que nos reclama, una reunión de elementos que se ubican más allá de los confines regionales y ante la cual tenemos la obligación de ofrecer una sola respuesta conjunta.

 

 

 

Quizá como pocas veces antes, ahora la nación depende de las regiones. De cada una debe salir una respuesta que se ocupe de lo comarcal, por supuesto, pero que también llame la atención sobre el panorama terrible de los padecimientos venezolanos. Son de tal magnitud los problemas nacionales que requieren una respuesta panorámica, una contundencia a través de la cual se manifieste sin posibilidad de cavilaciones la urgencia de un cambio en el rumbo de la política.

 

 

 

Pero ¿de dónde debe salir esa respuesta? De la Venezuela profunda, de las poblaciones abandonadas, de los caseríos arrinconados por la desidia, de los municipios dejados a la buena de Dios, de los harapos y los andrajos de sus habitantes desairados y engañados. El territorio tiene mil voces, pero cuando los sonidos se convierten en uno solo se expresa todo el cuerpo de la nación.

 

 

 

De allí que no estemos solamente ante la necesidad de ver el entorno inmediato, de mirar apenas un poco de nosotros. La necesidad de un estado es la misma del vecino. El clamor de una población suena como el de las otras. Una  voz es ahora o puede ser millones de voces, dadas las circunstancias de calamidad que todos padecemos. El cambio lugareño es, por lo tanto, el puente para un cambio de grandes proporciones.

 

 

 

La calamidad venezolana se ha traducido a su manera en los estados que forman la república, pero cada traducción conduce a una única desembocadura de fracaso generalizado. Pese a los pormenores, pese a la peculiaridad de los problemas y los asuntos de cada parcialidad, su reunión necesariamente conduce a la búsqueda de una salida general que nos incluye a todos los habitantes de oriente y occidente, del norte y del sur en una sola experiencia de declive y pesar.

 

 

 

En consecuencia, el voto de ahora no solo se relaciona con el pasar de cada quien en su comunidad, sino especialmente con las urgencias del país completo, de todo un universo flagelado y humillado. No solo nos convoca nuestro candidato a gobernador, nuestra experiencia de lo cercano, nuestra obligación con lo que está más a mano, sino una comunión de voluntades que tiene el derecho de labrarse un destino más digno y enaltecido.

 

 

 

Por eso estamos ante una elección excepcional, debido a la cual los problemas aparentemente pequeños del elector se pueden convertir en el anuncio de un cambio de grandes y profundas proporciones.

 

Editorial de El Nacional

 

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