La edad aprisiona a Madonna
junio 30, 2019 10:59 am


La reina del pop lucha por seguir innovando pero prevalecen los prejuicios machistas que la juzgan por sus años

 



Madonna, en un evento en Nueva York en mayo de 2019. EDUARDO MUÑOZ REUTERS
XAVI SANCHO



Madonna, 60 años de la reina del pop

 


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En 1998, coincidiendo con su 40 cumpleaños, Madonnaeditaba un disco titulado Ray of light. El trabajo fue un apabullante éxito comercial, pero sobre todo, fue entendido como su paso definitivo hacia la madurez. Se esperaba que, después de un álbum en el que incluso trataba el tema de ser madre, La Ciccione seguiría por esa senda. O se retiraría. Pero no hizo ni lo primero ni lo segundo. Y a muchos les molestó. Desde entonces, cada álbum, cada gira, cada videoclip, cada aparición pública, cada sesión fotográfica que ha hecho Madonna, en un momento u otro, ha venido acompañado de un comentario —casi nunca positivo— sobre su edad.

 

 

La era Madame X (su nuevo álbum) será recordada como aquella en que se empezó a tratar la edad de Madonna de forma diferente. “Lo que echamos de menos nuevamente en Madonna es lo mismo que hemos echado de menos en todos sus trabajos recientes: ella, la mujer, la madre de seis hijos, la persona de 60 años que ha sobrevivido contra todo pronóstico, quien inventó más o menos este juego, a quien se le pide hoy que lidere la forma en que las mujeres pueden hacerse mayores sin vergüenza en el mundo del pop”, publicaba hace un par de semanas Buzzfeed News, dudando de que sea realmente positivo que dejemos de hablar de la edad de Madonna.

 

 

“Su edad no es importante, lo que cuenta ahora es su música”, titulaba ese mismo día The Guardian un perfil en el que argumentaba justo lo contrario. En la pieza se recordaban afrentas que ha sufrido la cantante en la prensa debido a su forma de hacerse mayor, algo común en el resto de los mortales, pero que ella, en algún momento, pensó que podía eludir.

 

 

Madonna por la calles de Nueva York la pasada semana. GTRESONLINE

 


 
En 2006, Daily Mail publicó un furibundo ataque en su contra basado en elementos como que su cara parecía más joven que sus manos. Mientras, Daily Telegraph le recomendaba a la autora de Like a prayer que dejara de querer ser la reina del pop y se conformara con ser la reina madre del pop. Como de todos es ya sabido, hizo caso omiso a estos comentaros y continuó con la búsqueda de nuevas y emergentes divas a las que enseñar quién era la jefa, como hizo en sus inicios con sus coetáneas (Cindy Lauper, por ejemplo) y en su madurez con todas las divas de nueva generación (Britney Spears, por decir una).

 

 

Hasta llegar a su actuación en la Super Bowl de 2012. Allí se hizo acompañar de MIA, con quien esperaba respaldar la idea de que aún podía ser revolucionaria, y de Nicki Minaj, de la que esperaba el salvoconducto para poder entrar en la liga de los sonidos que copaban entonces las listas. En un momento del espectáculo, MIA hizo una peineta a la cámara. El escándalo fue mayúsculo y entonces Madonna cayó en la trampa de la que llevaba tratando de huir desde que decidió no seguir la senda de Ray of Light. Criticó y más tarde demandó a MIA, cayendo en lo último que deseaba en el mundo: parecer la madre de alguna de las personas que compartían escenario con ella.

 

 

Cambios

 


Madonna ha cambiado. Pero, por primera vez en décadas, ha cambiado más el mundo. Eso sí, como en casi todo lo que ha sucedido desde que Madonna es Madonna, ella ha estado allí en su gestación.

 

 

En 1991 fue objeto de deseo de Donald Trump.  Mientras ella se encontraba lanzando una campaña para Versace en Palm Beach el magnate la llamó decenas de veces para quedar —obviamente, el ahora presidente de EE UU no solo lo niega, sino que afirma que fue Madonna quien le pidió una cita a él—. Más tarde fue otra de las víctimas del depredador Harvey Weinstein. 

 

 

En el universo post Harvey Weinstein, el del Me Too, los comentarios machistas que durante tanto tiempo se han vertido sobre la artista ya no se celebran, ni siquiera se toleran. Este de hoy es un mundo en el que un nuevo disco de la de Detroit ya no debería suscitar las preguntas habituales en las últimas dos décadas sobre qué es lo último que se ha operado o si su aspecto es o no acorde a su edad, sino que debería centrarse en por qué hemos hecho durante tanto tiempo esas preguntas sobre ella cuando jamás se las hemos hecho a hombres incluso mayores que La Ciccione, como Bob Dylan o Bruce Springsteen.

 

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