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La culpa después del sexo casual

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La culpa después del sexo casual

Los hombres cargamos con un estigma que no siempre es preciso. Se nos achaca el llevar una cuenta minuciosa de las mujeres con las que nos hemos acostado; que la presumimos con nuestros amigos y la celebramos chocando las manos al tiempo que brindamos con cervezas y eructamos; que nos congratulamos los unos a los otros cada vez que incrementamos el récord y nos comportamos como integrantes de una fraternidad gringa. En lo personal, jamás he vivido una escena similar.

 

 

 

Lo que sí es un hecho es que solemos alentarnos los unos a los otros (incluso nuestras amigas nos ayudan) para conquistar a alguien en un bar o seducirla para terminar juntos en la cama esa noche. Lo normal. Pero, lo que nunca se dice o comparte es que muchos de nosotros no nos sentimos tan orgullosos después de haber logrado la gran hazaña. Por el contrario, a veces experimentamos sentimientos de remordimiento, culpa y hasta vergüenza.

 

 

 

Por ejemplo, hace unos años durante una fiesta, invité a una chica a mi departamento a coger de la forma más franca que encontré. Tal cual, esas fueron la palabra que elegí: “¿Quieres ir a coger a mi casa?”. Aceptó sin ningún reproche. Por supuesto, en el camino me sentí como un campeón. En un estado de alta autoestima que catapultó mi desempeño aquella madrugada, a pesar de todo el whisky que tenía encima. Llegamos y, sí, cogimos mucho tiempo, o así me pareció. Pero, a la mañana siguiente, la gloria se había esfumado. Y no era su nombre, ella seguía ahí. La miré dormir desnuda, abrazando una sábana que dejaba su espalda al descubierto. Me tomé un par de Advils y e intenté volver a dormir. El ibuprofeno me quitó el dolor de cabeza, pero no el desaliento. Cuando se fue, tampoco me vanaglorié, ni llamé a todas mis amistades para narrar mi triunfo. Como no intercambiamos teléfonos, me quedé con la esperanza de que hubiera llegado bien a su casa.

 

 

 

¿Por qué me sentía tan culpable, si fue un acto con la persona que yo quise y hubo absoluto consenso, voluntad, pacer y armonía? El resto del domingo me puse a reflexionar.

 

 

 

Para empezar fue una experiencia inusual, pocos seres humanos que no se llaman Ryan y apellidan Gosling han gozado de tanta suerte con un intento así de descarado. Por otro lado, fue una experiencia de absoluto desenfreno, sexo con una perfecta extraña a la que probablemente nunca vería en la vida. Situación que desenvolvió una cantidad de desinhibiciones. Para ambas partes fue emocionante, tosco, un tanto animal, nada reflexivo y simultáneamente experimental. Cuando ella solicitaba un requerimiento específico, yo se lo cumplía y viceversa. Nos comportamos complacientes y egoístas y, sin darnos cuenta, expandimos nuestras fronteras sexuales.

 

 

 

Quizá por eso tampoco lo conté después, porque muy dentro de mí lo percibí como algo sucio. Y he ahí el origen de la culpa. De todas esas veces que nuestros padres (en el mejor de los casos) nos dijeron que teníamos que hacer el amor para podernos reproducir, pero rara vez nos explicaron cómo. Nunca hablaron de la pasión ni del placer. A los que crecieron bajo dogmas ortodoxos, se les inculcó como pecado cualquier tipo de placer sexual. E incluso entre nosotros mismos nos encargamos de satanizar a los valientes que se habían iniciado en las artes carnales antes que nosotros. Varias veces escuché a niñas llamarle ‘zorra’ a la compañerita que se besaba con algún niño y entre hombres asustarnos de que nos moriríamos de SIDA.

 

 

 

Por eso tenemos que convertir la culpa y la vergüenza en placer. Dejarnos de censurar a nosotros mismos y vivir la sexualidad con intimidad y plenitud. De saber distinguir lo engañoso que es el asalto de endorfinas después de tener relaciones y no dejar que al día siguiente nos dé una cruda moral como si se hubiera cometido un crimen. El sexo es divertido y conforme estiremos nuestra liga sexual, encontraremos nuevas formas de expresarlo y compartirlo. Incluso propongo acortar todas las rutas de la seducción y con la misma confianza con la que lo dije hace años, acercarnos a la persona que nos gusta y preguntarle, ¿quieres coger?

 

 

 

Fuente: GQ México

Por Confirmado: David Gallardo

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