La batalla por la sucesión de Jeremy Corbyn
diciembre 10, 2019 6:38 am

Viernes y 13. Un día después de las elecciones generales, si Boris Johnson logra su ansiada mayoría, quedará abierta la carrera para la sucesión de Jeremy Corbyn en el Partido Laborista. Si su remontada en el 2017 fue un balón de oxígeno, una segunda derrota en el plazo de dos años puede ser su despedida. A sus 70 años, al cabo de casi un lustro como líder de la oposición, Corbyn puede pedir finalmente la jubilación y culpar al Brexit.

 

O más bien a su tibia posición ante el Brexit, cuestionada por el 56% de los miembros de su partido, que sospechan que su líder es en realidad un brexitero secreto (y recuerdan cómo en 1975 ya votó contra la pertenencia al Mercado Común). Durante la campaña del 2019, Corbyn ha rizado aún más el rizo anunciando su «neutralidad» en un hipotético segundo referéndum que él mismo convocaría si llega a primer ministro.

 

Su resistencia a convertir el laborismo en el partido de la permanencia provocó la dimisión de su número dos, el moderado Tom Watson, en el arranque de la campaña. Su portavoz para el Brexit Keir Starmer y su portavoz de Exteriores Emily Thornberry -también partidarios del «remain» y favoritos para la sucesión- han sido prácticamente invisibles en estas elecciones, como si olieran el pastel.

 

Corbyn se ha quedado solo ante el peligro, asistido ocasionalmente por su pupila Rebecca Long-Bailey, otra que suena en las quinielas tras ocupar su puesto en un reciente debate televisivo. El líder laborista ha estado arropado, eso sí, por la maquinaria bien engrasada de Momentum, la corriente de activistas de la izquierda dura que le aupó contra todo pronóstico hasta el liderazgo laborista en el 2015 y le respaldó en los momentos más duros, como el ‘golpe’ frustrado de sus propios parlamentarios al año escaso de ser elegido.

 

El controvertido líder laborista superó la zozobra y se desquitó un año más tarde, cuando pisó los tacones de Theresa May con su popular manifiesto de izquierdas y logró evitar la mayoría absoluta de tenían los conservadores, complicando de paso el laberinto del Brexit que él mismo ayudó a crear con su calculada ambigüedad. Su tardía reacción ante los brotes de antisemitismo en el partido, y el anatema lanzado por el rabino Ephraim Mirvis acusándole de permitir que el «veneno» se propague, han horadado su reputación como líder.

 

La campaña sistemática de acoso y derribo de los tabloides británicos ha hecho el resto: Jeremy Corbyn es hoy por hoy más impopular de lo que fue en su día su predecesor y también radical Michael Foot: el 61% de los británicos tienen una visión negativa de él, frente a tan sólo el 21% que tiene una visión positiva. Como contrapunto, el líder laborista ha triplicado el número de afiliados al partido (más de medio millón) y sigue teniendo un tirón especial con los ‘millenials’, como quedó demostrado en su legendaria aparición en Glastonbury, coreado a los gritos de «Oh, Jeremy Corbyn».

 

Pero la ‘corbynmanía’ ha remitido esta vez, pese a que su punto fuerte son precisamente las campañas. Hace dos años logró recortar las distancias que parecían insalvables hasta poco más de dos puntos sobre la línea de meta. Esta vez está por ver si la remontada durará hasta el 12-D o si Boris Johnson logrará dejarle finalmente en evidencia en el momento de la verdad, y demostrar el tópico de que Corbyn es «inelegible» como primer ministro.

 

Sus seguidores le definen como un líder honesto, empático y positivo. Sus detractores cuestionan su competencia, su carácter y su fuerza. Pese a la popularidad de alguna de sus propuestas (como la renacionalización de los ferrocarriles), la mayoría de los británicos le percibe como un líder radical y extremo, allanando tal vez el camino a un sucesor más moderado.

 

LOS ASPIRANTES

 

Keir Starmer. El portavoz del Brexit, nacido en el sur de Londres hace 57 años, fue elegido como el favorito a la sucesión por el 68% de los militantes en junio de este año. Con un prestigio ganado como abogado, especializado en derechos humanos (lo que le valió una distinción como Sir), su salto a la política fue más bien tardío, coincidiendo con la llegada al liderazgo de Corbyn en el 2015. Defensor de la permanencia, presionó a su líder para incluir la convocatoria de un nuevo referéndum de la UE en el programa electoral. Frustrado sin embargo por la decisión de Corbyn de dejar el Brexit en segundo plano, ha decidido mantener un perfil bajo durante la campaña.

 

Emily Thornberry. La secretaria ‘a la sombra’ de Exteriores de Corbyn, tan entusiasta en la campaña del 2017, ha decidido quedarse también a la expectativa. Thornberry se ha dejado ver aún más que Starmer en las manifestaciones a favor de un segundo referéndum (con un visible collar de estrellas europeas en Brighton). De 59 años, curtida en su día como empleada de la limpieza y camarera para pagarse los estudios, Thornberry tiene un vículo especial con los sindicatos y aspira a ser la primera mujer en liderar el Partido Laborista.

 

Rebecca Long-Bailey. A sus 40 años, natural de Manchester, despunta como la favorita al ‘trono’ laborista por el propio Corbyn, que decidió delegar en ella en uno de los debates televisivos de la campaña. Su estilo ‘robótico’ no convenció en exceso, pero ha tenido un papel muy importante y visible durante toda la campaña. Es además la candidata predilecta de los sindicatos (su padre fue estibador) y la más próxima a Momentum, que pretende aupar también como aspirante a la socialista, ‘corbynista’ y jovencísima Laura Pidcock (32 años ). La ‘rebelde’ Jess Philips y la moderada Angela Rayner, también favorable a la permanencia, completan la lista de posibles aspirantes a la sucesión del líder septuagenario.

 

 

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