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Joe Biden y Cuba

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Joe Biden y Cuba


 
Si bien no ha sido todavía proclamado de manera oficial, todo indica que Joe Biden, vicepresidente de Estados Unidos durante el mandato de Barack Obama, será el candidato del Partido Demócrata para enfrentar a Donald Trump en noviembre de este año.

 

 

Es aún temprano para realizar pronósticos firmes acerca del probable resultado de la contienda, pues como bien dijo un político inglés del siglo pasado: “Una semana es largo tiempo en política”, y seis meses una eternidad. No obstante, nos parece importante abordar unas declaraciones recientes de Biden sobre el tema de las relaciones de Washington con la dictadura cubana, en particular por el peso del asunto con respecto a Venezuela.

 

 

 
Durante una entrevista concedida hace un par de semanas a una cadena de televisión, Biden fue interrogado acerca de la línea que seguiría un hipotético gobierno suyo hacia la Cuba castrista. En concreto, se le preguntó si en caso de alcanzar la presidencia, resucitaría el rumbo estratégico de Obama en cuanto a las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. La respuesta de Biden fue afirmativa, con matices que luego comentaremos.

 

 

Recordemos que Obama restableció las relaciones con Cuba en 2014 y en 2016 visitó La Habana, siendo acogido con júbilo por Raúl Castro. Obama introdujo un significativo giro en la tradicional política de presiones de Washington, desarrollando en su lugar una línea apaciguadora, de negociaciones y acercamiento, más tarde revertida por Trump. Obama y Castro firmaron un buen número de acuerdos, que en teoría debían producir un relajamiento de tensiones y tal vez hasta una gradual apertura democrática en la isla. Un punto clave fue la decisión de  sacar a Cuba de la lista de Estados patrocinadores del terrorismo.

 

 

Es crucial señalar que el tema de la crisis venezolana, de la ocupación militar y la depredación económica castrista en nuestro país, no tuvo un papel preponderante en la estrategia entonces formulada. No se estableció, que sepamos, un vínculo estricto entre los incentivos apaciguadores ofrecidos a La Habana, de un lado, y del otro la exigencia de un fundamental cambio de conducta por parte de la dictadura comunista en lo referente a Venezuela.

 

 

No nos interesa acusar de ingenuo a Barack Obama. Una política de apaciguamiento puede en ciertos casos tener sentido, en la medida que se sustente en una posición de fuerza, que se tenga clara la naturaleza del adversario con el que se negocia, que los objetivos sean específicos y carentes de ambigüedades, y que existan mecanismos de sanción efectivos en caso de incumplimiento de los compromisos. No usamos el término apaciguamiento como necesariamente negativo. Eso depende. Por encima de todo y en el caso concreto de las relaciones entre una democracia y una tiranía comunista, una política de apaciguamiento tiene que tomar en cuenta el contexto geopolítico y sustentarse en principios sólidos, que impidan la manipulación por parte de los siempre cínicos dirigentes formados según las doctrinas marxista-leninistas.

 

 

¿Qué pasó con Venezuela durante los tiempos de Obama? El resultado tangible del apaciguamiento fue el fortalecimiento de la presencia cubana en Venezuela, sin exponerse a pagar los costos de una conducta que acabó por atornillar a Maduro en el poder. El giro de Trump con respecto a Cuba era imperativo, tanto por razones estratégicas como de principio. A partir de este cambio estratégico los regímenes de Cuba y Venezuela han empezado a sufrir serios embates, que agrietan su viabilidad. Han quedado, además, crecientemente desprovistos de legitimidad interna e internacional. Es cierto, todavía se mantienen en el poder, pero la ofensiva por la libertad no se encuentra ahora frenada por un mal concebido apaciguamiento, que no funciona ni funcionará contra adversarios que, como lo han demostrado, están decididos a aprovecharse de la buena voluntad de quienes les tienden la mano.

 

 

En la ya mencionada entrevista, Joe Biden aseveró que aspira a volver, si llega a gobernar, a las políticas de Obama “en su mayor parte”. Al mismo tiempo dijo que pediría a los cubanos que cumplan con los compromisos entonces adquiridos, y afirmó que una nueva apertura de relaciones con Cuba “no está reñida” con mantener sanciones por el apoyo de la tiranía castrista a Maduro. Sin embargo, creemos que Biden y el sector moderado del Partido Demócrata no captan con la debida claridad cuál es la naturaleza del enemigo con el que pretenden entenderse. La tragedia venezolana no admite que Washington se pliegue otra vez a una línea estratégica blanda hacia Cuba, que no logrará otra cosa que reforzar la confianza de Castro y Maduro e incentivarles a proseguir su ruta, con reducidos temores a las consecuencias.

 

 

En cuanto a los poderosos sectores radicales y procastristas del Partido Demócrata, su papel ha sido y es nefasto, y podrían tener una peligrosa influencia en caso de que Biden gane las elecciones de noviembre. En tal sentido, alertamos a los venezolanos simpatizantes del Partido Demócrata, que pueden ejercer alguna influencia en este escenario, a no permitir que su rechazo a Trump debilite la línea dura de Estados Unidos hacia las dictaduras de Castro y Maduro. La liberación de nuestro país está en juego.

 

Editorial de El Nacional

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