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Impertinencia y arrogancia

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Impertinencia y arrogancia

Refiriéndose a los guerrilleros del teclado que trinan, más que reparos y críticas, descalificaciones a la dirigencia opositora por lo que consideran actuaciones timoratas, y quieren que corra la sangre que no están dispuestos a derramar, alguien escribió que, con una sola de sus declaraciones, la fiscal de la República había golpeado más certeramente al gobierno que el sinnúmero de disparates de ciberpartisanos. No es que Luisa Ortega sea una superheroína de la resistencia ni mucho menos, sino una mujer con criterio que ha tenido el coraje de encauzar sus actuaciones por la vía que corresponde a un ministerio público al servicio de la nación y no a las sectarias exigencias del gobierno nominalmente encabezado por Maduro.

 

 

 

Ya Nicolás, en su empeño de duplicar, aunque sea en la forma –en el fondo no pareciera tener con qué– a quien tuvo la maléfica ocurrencia de entregarle el mango de la sartén, se explayará en improperios y ultrajes para descalificar los reparos, ceñidos al espíritu y letra del texto fundamental vigente, formulados por la titular de la Fiscalía.

 

 

 

Mientras ello ocurre, una rabiosa jauría se ha precipitado a aullar lastimeramente contra la que consideran una imperdonable traidora, tal como traslucen las palabras de Aristóbulo cuando advierte: “Si llegamos a tener una fiscal que salte la talanquera, estamos fregados”. Tácito reconocimiento por parte del inefable “profe” de que, sin controlar irrestrictamente TODOS los poderes públicos, están incapacitados para gobernar.

 

 

 

“Da pena ajena ver a Luisa Ortega nerviosa, dubitativa y llena de contradicciones, leyendo un libreto no hecho por ella”, escribió en Twitter un capitán retirado que anda por allí enfangando el apellido de ilustres músicos y del autor de un manual de urbanidad y buenas maneras que, evidentemente, el ex milico de corbatas Vuitton jamás ha leído. Claro que de este sujeto no puede esperarse nada distinto.

 

 

 

No debería ser así, pero es el caso de Isaías Rodríguez, un poetastro y embajador por recompensa a favores otorgados que, al menos, debería guardar silencio y no desbocarse en maromas verbales que nada tienen que ver con la lírica o la diplomacia: “La vi muy nerviosa y desorganizada. Parecía que le daban órdenes, la están asesorando mal. Temo que haya caído en las redes de los antirrevolucionarios”.

 

 

 

La guinda de esta torta cayapera la colocaron Vladimir Padrino, con su infundada e impertinente refutación de las investigaciones ordenadas por la señora Ortega, y la FANB con un comunicado que rezuma añoranza por pasadas prácticas de censura dictatorial que silenciaban hechos como el alevoso asesinato de Juan Pernalete.

 

 

Como es de conocimiento general, el joven Pernalete sucumbió por el impacto de una lacrimógena disparada por la Guardia Nacional. Eso determinó la Fiscalía; los militares, sin embargo, rebaten tal conclusión: “Esta hipótesis no solo afecta el espíritu de cuerpo de nuestros efectivos, sino que podría además instigar a la violencia contra ellos y alimentar la matriz negativa que quieren posicionar grupos de derecha sobre este Componente de la institución castrense”. La postura castrense queda en entredicho cuando se escribe componente (en alusión a la guardia pretoriana y bolivariana) con mayúscula: ¡mayúscula arrogancia!

 

 

Editorial de El Nacional 

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