Hoy es el Día de la Virgen de Chiquinquirá… ¡Feliz Día Chinita!
noviembre 18, 2020 6:56 am



En el rumor de las olas sumergía a diario sus manos marcadas por los años de oficio. Sin apresurar su delgado cuerpo, María se levantaba de la cama con apenas asomarse los rayos de sol. De su humilde y precario hogar construido con piedra de ojo, caña y mampostería, en el centro del barrio El Saladillo, flotaban tan solo rezos que antecedían la jornada laboral.

 

 

Sus limitados movimientos por la edad no le impedían caminar a diario hacia el este de Maracaibo, hasta la orilla del Lago. No era la única. Muchas familias, según era entonces costumbre, se levantaban temprano para ir a bañarse en la referencia natural de la ciudad. El tiempo estaba calculado; antes de servir el almuerzo a las 11.00 de la mañana, aprovechaba de lavar la ropa y proveerse de agua en el caudal.

 

 

Era la conexión más importante de la ciudad. El servicio del Lago proporcionó a la población de entonces las tareas de aseo, limpieza, riego y calma de la sed. María asistía a diario. Rodeada de animadas conversaciones entre sus compañeras lavanderas, como solía llamarse a las personas que lavaban ropa en las orillas, la serena mujer se sumergía en silencio en su faena.

 

 

Se le conocía entre sus vecinos por su honradez y sencillez, otros dicen que por su corazón recto y costumbres puras. María Cárdenas, la humilde mujer de El Saladillo, no sería más que la elegida para traer del cielo a la Madre de Dios.

 

 

A sus pies

 

 

Un sol esplendoroso cayó sobre la superficie de Lago de Maracaibo un día de 1709. Los rayos pintaron de color aguamarino su vaivén eterno. María, quien solía endurecer sus manos moliendo cacao, se congregó de nuevo al amanecer con sus compañeras para dirigirse al caudal como de costumbre. No lavó ropa; el historiador Nectario María cuenta que la mujer de pueblo se entretuvo en recoger las astillas que abundaban en la parte de la playa donde los marinos solían componer sus embarcaciones.

 

 

Sobre las aguas dulces viajaba una pequeña tabla que tal vez se cayó por accidente o fue arrojada de una embarcación de piratas dedicados al robo en las islas antillanas. La pequeña tabla, juguete de las olas que le imprimieron sus ondulaciones en la marea nocturna, se acercó a los pies de la modesta señora. El perfecto rectángulo de caoba fina, lisa, llamó su atención. Al tomarla tímidamente entre sus manos pensó que sería propia para tapar la tinaja que en su morada contenía el agua de beber.

 

 

Nilda Bermúdez, en su obra Vivir en Maracaibo en el siglo XIX, rememora que en aquel entonces Maracaibo, sin acueducto, acostumbraba a la compra de agua dulce en latas traídas por vendedores en burro, carretas o camiones. Algunos hervían el líquido para tomar, otros la depositaban en la gran tinaja de donde, con un envase de lata, extraían lo necesario.

 

 

La tablita encontrada en el Lago terminó en la tinaja de María, ubicada al lado de un pequeño aljibe. El agua que le quedaba al envase de la lata se escurría sobre la tapa. Una mañana entregada a sus labores diarias del hogar escuchó unos golpes tras de sí; la continuidad la obligó a acercarse al sitio del que provenían. En la madera encontrada apareció un indicio de una imagen religiosa, narra Nectario María, por lo que la colocó en uno de los aposentos de la casa con el objeto de reverenciarla y rezarle diariamente.

 

 

El milagro

 

 

Agachada en el rústico suelo con un viejo rosario, su anhelo de traer del cielo a la Madre de Dios se cumplió. Con el pasar de los días, un 18 de noviembre de 1709, observó con estupor que surgía la imagen de la Virgen María en la madera. La viejecita corrió a la calle gritando: «¡Milagro!, ¡milagro!». Entonces toda la vecindad concurrió al lugar a presenciar el hecho milagroso, la aparición de quien sería la Dama de El Saladillo y santa patrona del Zulia, la Virgen de Chiquinquirá.

 

 

De la elegida

 

 

No se conoce mucho de la elegida por La Chinita, más allá de pertenecer a una clase de bajos recursos con su humilde pureza y creyente de la oración. En su crónica, el hermano Nectario María resalta que la Virgen señaló cuál era su grey más amada al escoger como protagonista de su hallazgo a una representante del pueblo más humilde de la región zuliana. El milagro que María Cárdenas gritó desde su sencilla morada no solo dio nombre a la primera avenida de Maracaibo, sino que marcó el camino espiritual de todos sus habitantes.

 

 

Fuente: La Verdad