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¿Guerra asimétrica con milicias?

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¿Guerra asimétrica con milicias?


 
 
El régimen de Nicolás Maduro decidió integrar las llamadas milicias, de manera formal y presuntamente constitucional, a la ahora designada como “Fuerza Armada Nacional Bolivariana Revolucionaria Antiimperialista y Antioligárquica”. Tan rimbombante título no augura nada bueno para un sector castrense ya bastante afectado, en su profesionalismo y su moral, por un proceso político que se empeña en destruir todo lo que toca, arrasando a su paso las esperanzas del país.

 

 

Si las capacidades operacionales de nuestras fuerzas militares se encuentran al nivel de la actual industria petrolera, no cabría esperar demasiado de su posible desempeño, cualesquiera sean las circunstancias. Pero la pregunta clave, en todo caso, es: ¿para qué tipo de guerra se preparan nuestros militares, en la medida que el adoctrinamiento político les permite ocuparse de sus tareas profesionales? Tal vez sea preferible empezar desde el otro extremo: ¿qué tipo de guerra llevarían a cabo, en caso de decidirse a hacerla, los enemigos imperialistas y oligarcas contra Venezuela?

 

 

Tenemos la impresión de que nuestros jefes castrenses, y sus asesores militares cubanos, reflexionan sobre sus retos con criterios que la realidad ha dejado muy atrás. Aún en el plano de las hipótesis, las conjeturas y las probabilidades, una acción militar en Venezuela por parte de Estados Unidos y sus posibles socios regionales, tendría muy poco que ver con lo ocurrido, por ejemplo, en el Medio Oriente en años recientes. Washington ha aprendido de sus dificultades en Irak, Afganistán, Siria y Libia. Invasiones como las de Irak y Afganistán no van a repetirse.

 

 

Una ligera ojeada a las revistas especializadas nos indica que las nuevas guerras serán en esencia cibernéticas, electrónicas, y nos atrevemos a decir que algo misteriosas, pues los desenlaces estarán listos antes de que suene un solo disparo, o descienda el misil inicial sobre la cabeza de la primera víctima. Ni siquiera la experiencia de ISIS en Siria, un país que ya estaba devastado antes de que el castigo aéreo estadounidense les liquidase, es aplicable en el escenario de una sociedad un poco menos demolida, como la venezolana.

 

 

En síntesis, nuestra imaginación, sustentada en algunas lecturas, sugiere que si las cosas llegan al punto extremo de una guerra, nuestro país quedaría paralizado, su economía detenida por completo, y sus fuerzas militares impedidas de actuar, apenas se suba el telón de un hipotético teatro bélico, con la participación del coloso del norte. La guerra silenciosa funcionaría antes de que se escuchase el primer ruido.

 

 

Ojalá quede claro que señalamos lo anterior sin el más mínimo regocijo, pero con la mayor frialdad posible. Y lo hacemos para indicar que el tipo de guerra asimétrica de la que por un tiempo habló Hugo Chávez, y que ahora retorna convertida en milicias, también pertenece a los tiempos de Vietnam. Lo que veríamos, si se concretan las batallas antiimperialistas y antioligárquicas, sería muy diferente. La pesada chatarra militar rusa que tanto dinero ha costado, no tendría demasiado qué hacer. Y las milicias… pues lo mismo, creemos.

 

 

Todo lo cual nos lleva a concluir que las tales milicias son más bien producto de mentes calenturientas, enfocadas hacia el control político. No se trata del pueblo en armas sino de un partido político con un componente armado, quizás hasta capaz de desfilar con uniformes nuevos. ¿Pero una guerra real? No nos parece, no la deseamos, sería algo lamentable. Ya a estas alturas nuestra sociedad se encuentra arruinada, como resultado de la más destructiva e innecesaria de todas las farsas revolucionarias que acumula nuestra historia, que abunda en ellas. Nuestra economía no es ni la sombra de lo que una vez fue, y tampoco lo son nuestros sistemas de educación, salud y comunicaciones. Los que no se van, se empobrecen día tras día.

 

 

Lo que es deseable no es la guerra, y se resume así: una transición democrática, sin más sangre derramada por la que llorar.

 

Editorial de El Nacional

 

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