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Gracias, profesores

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Gracias, profesores



 
Cualquier proyecto educativo en Venezuela es inviable. Y si se trata de uno para las mayorías, los de pocos recursos, mucho peor. No se trata de una exageración sino de la realidad que se comprueba con hechos diariamente.

 

 

Y esto es así porque son demasiados años de desinversión, como dirían los economistas. E incluso, de desvío de fondos hacia otros proyectos más rentables para el régimen, que tienen que ver más con adoctrinamiento.

 

 

El comandante difunto sabía que si quería tener sometida a la población, lo primero que tenía que hacer era atacar la educación a cualquier nivel. Y lo hizo sistemáticamente dinamitando la formal y abriendo camino a la doctrinaria.

 

 

Las escuelas y liceos públicos que fueron instaurados durante los primeros años de la era democrática, con grandes y sólidas infraestructuras, pasaron al segundo plano con la excusa de que los Simoncito iban a llegar hasta los confines de los barrios más alejados.

 

 

Después comenzaron a proliferar misiones con nombres de héroes militares o de izquierda y la tan cacareada universidad bolivariana. El comandante con una mano inventaba un esperpento académico sin calidad alguna y con la otra iba ahorcando a las casas de estudio autónomas recortándoles el presupuesto de manera drástica.

 

 

Esta ha sido la realidad desde hace más de 20 años. Los docentes en este país se han quejado hasta el cansancio, no solo de las terribles condiciones en las que tienen que trabajar, sino que lo hacen a costa de su propio bienestar, pues el sueldo no les alcanza para sus mínimas necesidades.

 

 

Pero no porque se haya dicho tantas veces dejan de ser tristes y alarmantes las cuentas que saca el profesor universitario Álvaro Muñoz. El docente de educación superior titular y a dedicación exclusiva apenas devenga 2,66 dólares al mes.

 

 

Los profesores y maestros debieran ser uno de los pilares más importantes de nuestra sociedad. Reconocerles su valor y pagarle lo que se merecen por sus horas de dedicación, por lo que se han preparado y por la tarea tan delicada de formación de futuro que ejercen todos los días es una obligación del Estado.

 

 

Los docentes pueden sacar un país del atraso, esa es la verdadera dimensión de su importancia. Pero el régimen quiere un país que no piense, que no tenga criterio, que se deje manipular y que se conforme. Esa es la razón por la cual los rojitos maltratan tanto a este gremio.

 

 

Sin embargo, son muchos los que insisten, los que van a sus aulas, los que caminan las universidades desoladas, los que alientan el aprendizaje. Por su coraje y valentía hay que darles las gracias.

 

Editorial de El Nacional

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