Generales como arroz
agosto 25, 2016 4:57 pm

 

Si usted creía que lo había visto todo… pues estaba equivocado. Venezuela dispone no sólo de grandes sorpresas que se ofrecen a la vista de los venezolanos y de los arriesgados turistas, sino que se guarda varias ases en la manga del gran mago Nicolás. Nada por aquí, y nada por allá y de repente aparece el arroz, un alimento que es tan difícil de conseguir como la kriptonita de Superman. Pero esta vez no sólo llega en su envoltorio habitual, sino que trae un agregado tan sorpresivo como peligroso civilmente hablando: un general, de cuerpo entero, socialista y acaso marxista, aunque esto último no se lleve este verano.

 

 

 

Ya conocíamos los habituales cuentos chinos sobre el arroz pero esta vez Nicolás ha superado con creces no sólo al gran presidente Mao que decidió un día que los gorriones constituían un peligro para la alimentación de los trabajadores y campesinos de la roja revolución china. Una fastidiosa tarde de verano, el Gran Timonel, es decir, Mao para los amigos, echó mano de su ábaco y calculó cuantos granos de arroz se “desperdiciaban” en el buche de esos insaciables animalitos a los que llamaban gorriones.

 

 

 

La cuenta lo dejó pasmado porque los benditos pajaritos resultaron comer arroz sin cesar. Pues, dijo Mao, manos a la obra, y decidió que la mejor manera era acabar con los gorriones de forma sencilla y primitiva a la vez. “Movilizó a las masas”, o mejor decir, ordenó sin remordimiento alguno que todos los chinos en edad de elevar los brazos y tocar un tambor, mover las piernas y hacer ruido con una lata vacía, fruncir la boca para silbar o hacer sonar un pito o una corneta, o chocar las manos para aplaudir, así como también lanzar cohetes al aire, deberían incorporarse a esta movilización sin precedentes que, para mayor efecto, tendría una duración de 48 horas, hasta que los gorriones cansados y agotados cayeran al suelo y sacrificados a palo limpio. Así se combate eficazmente el hambre en el comunismo, de eso no hay duda.

 

 

 

Otro que nunca fue militar pero que se disfrazaba de comandante y le encantaba aparecer ante las masas vestido de verde olivo, nadie sabe por qué, es Fidel Castro, marxista de pensamiento tropical, con tendencia a patinarle la cabeza no solo de vez en cuando. Una vez se le ocurrió dedicarse a cruzar vacas de raza lechera para batir todos los récords de producción de litros de leche por vaca. En eso se entretuvo por años hasta que las vacas se cansaron y lo dejaron en ridículo.

 

 

 

Igual le pasó con la famosa cosecha extraordinaria de toneladas de caña de azúcar que pasó a la historia como un estruendoso fracaso. Fidel Castro acaso se inspiró en otro militar, el general Perón, quien es recordado por una frase brillante: si Argentina logra venderle una aspirina a China, con sus mil millones de habitantes, pues el éxito está asegurado.

 

 

 

La crisis de abastecimiento la inició Chávez con su Plan Bolívar 2000 al colocar al frente de esa operación al general Weffer, tristemente célebre en los paraísos fiscales del Caribe. La bendición Padrino, dirán ahora los subalternos.

 

 

 

Editorial de El Nacional