Es imposible descubrir cuál es la profesión liberal que más ha sufrido durante la dictadura chavista. Se puede escoger cualquiera, sin miedo a equivocarse: los médicos, los abogados, los dentistas, los pedagogos, los farmaceutas, los sociólogos y los muchos otros que se dedicaron a estudiar para un ejercicio libre de su oficio han padecido los embates de un régimen inmisericorde. Pero hoy merecen especial referencia los periodistas, porque celebramos la fecha de su homenaje, porque forman parte esencial de la casa y porque, sin duda, han sido víctimas predilectas del autoritarismo que todavía impera en Venezuela.
Pero no nos inclinamos por una preferencia caprichosa. La libertad de expresión ha sido el fundamento de la República desde su fundación a principios del siglo XIX, y pilar de la democracia en los tiempos posteriores. Como el chavismo ha tomado como tarea primordial el ocultamiento de la realidad, para lo cual se ha empeñado en el secuestro de las informaciones que dan cuenta de lo que realmente sucede en un país plagado de penurias y caracterizado por el predominio de la arbitrariedad, ha colocado a los periodistas en el centro de sus persecuciones. Los ha convertido en sus enemigos esenciales, y los persigue sin piedad, porque de ellos depende la circulación de la verdad que quieren ocultar. No se trata solamente del ataque a un grupo importante de profesionales, sino de una batalla campal contra la libertad de expresión. Nada menos.
¿Lo ha logrado? En medio de limitaciones de todos conocidas, la gente se entera de lo que está sucediendo. Pese a las amenazas y a las sanciones de la dictadura, persisten los canales de información confiable y equilibrada que satisfacen las necesidades de los destinatarios. Aun en lo más arduo de los ataques, las noticias no se quedan en la gaveta para que el lector se desenvuelva con propiedad en el laberinto que le ha tocado. Aun cuando no han faltado las plumas colaboracionistas y los medios pagados y dominados por la usurpación, un elenco confiable de reporteros, de fotógrafos, de curiosos indoblegables, de analistas cotidianos y de técnicos empeñados en cumplir con su obligación hacen la entrega diaria de sus cualidades y de su compromiso profesional.
Son, la mayoría, profesionales que merecen el justo reconocimiento de la sociedad, pero también unos héroes en la batalla contra la dictadura. Hoy los saludamos por los atributos de su desempeño, pero también por lo que les debemos debido a una altivez y una valentía que ojalá imite el resto de la sociedad.
Editorial de El Nacional
