En cuestión de sexo, ¿calidad o cantidad?
mayo 29, 2016 6:24 am

El placer conlleva un proceso de aprendizaje. Cuando descubrimos algo que nos produce frenesí, como el chocolate o incluso el alcohol, nos dejamos llevar y tendemos a pensar que cuanto más consumamos, mejor. Sin embargo, con los años, más que recurrir a un atracón de bollería industrial o a una mini de calimocho, preferimos disfrutar del momento con un buen bombón de chocolate belga o con una copa de vino de Rioja. Empezamos a valorar la calidad sobre la cantidad. Lo mismo parece ocurrir con el sexo.

 

 

Si bien apreciamos una vida sexual activa, parece que en nuestra satisfacción no influyen tanto los números como lo agradable que haya sido –o no– la experiencia. Y es que a veces es preferible un único encuentro que nos deje extasiados que tener que repetir porque nos hemos quedado a medias. Eso es lo que se desprende de un estudio publicado en el Journal of Economic Behavior & Organization en el que un equipo de investigadores de la Universidad Carnegie Mellon de Pensilvania ha estudiado la relación entre el sexo y la felicidad. Y su conclusión es: si bien existe una importante relación entre ambos factores, nuestra felicidad sexual no depende exclusivamente de la frecuencia de nuestras relaciones.

 

 

Tal y como explica el New York Times, el estudio concentró a 64 parejas, de entre 35 y 65 años, a las que se asignó un número determinado de encuentros sexuales que debían cumplir. Una mitad debía continuar con su ritmo habitual, mientras que la otra tenía que incrementar la frecuencia al doble. Después de tres meses de experimento, se pedía contestar una encuesta en la que se pudo ver que el grupo con mayor frecuencia sexual no era más feliz, sino todo lo contrario. La explicación que los investigadores daban a este hecho era que el aumento de la cantidad de relaciones podría haber llevado a una disminución del deseo y del goce. Vamos, que te pueden encantar los canelones, pero cuando te propones tomarlos todos los días pierden un poco su gracia.

 

 

¿Qué consideramos calidad?

 

 

La sex coach Raquel Gargallo explica que cuando una pareja acude a su consulta en busca de consejo para mejorar su vida sexual “suele ser una cuestión de calidad, ya que la cantidad no importa si realmente no estamos disfrutando de esos encuentros”. Con un ejemplo, también culinario, relata que “una persona que se deleita con un buen plato bien elaborado preferirá que tenga menos cantidad, pero un gusto exquisito y que le transmita sensaciones indescriptibles. En cambio, detestará una bandeja llena de comida insulsa sin sabor a nada. Podrá comer y podrá saciarse, pero no sentirá placer, estará cubriendo solo una necesidad”. Pues con el sexo, lo mismo. No se trata de que no nos guste disfrutar en grandes cantidades de aquello que más nos enloquece, sino de que preferimos apreciar cada bocado.

 

 

Una cuestión, que al igual que otros placeres, varía con la edad. Lo explica el sexólogo de Amaltea, Santiago Frago: “Es evidente y constatable en la consulta que en el deseo se busca más calidad a medida que cumples años. El transcurrir del tiempo te vuelve más transgresor, eróticamente hablando. La frecuencia erótica dependerá de otras variables: pareja, estilo de vida, salud…”. La cuestión entonces es saber qué consideramos calidad, que según el sexólogo podría definirse como “el deseo y juego erótico compartido con la pareja elegida y cuya satisfacción final se resume en una mirada de complicidad entre los amantes”.

 

 

Por su parte, Gargallo señala las claves que emplea para trabajar la calidad de las relaciones sexuales de una pareja en una de sus consultas. Así, fija su objetivo en conocer la historia sexual de la pareja para reforzar cuestiones conjuntas como la comunicación, el nivel de intimidad, o algunas más personales como la autoestima, el concepto de cada uno de ellos sobre el amor y el sexo, o la inteligencia emocional. “Está claro que al comenzar una relación todo es nuevo, el deseo es mayor y la pasión aflora a cada instante, pero con el paso del tiempo esto no es siempre así. Por eso, hay que cultivar estos factores en la relación, en vez de dejarse llevar por la creencia de que el amor lo puede todo o de que si llegas al orgasmo eso es que has tenido una buena relación sexual”.

 

 

¿Cuestión de números?

 

 

Se dice que una mujer puede tener uno o más orgasmos en un coito de más de cinco minutos, una vez por semana, con un hombre cuyo pene, en España, tiene una media de 13,5 centímetros. Y si ese no es su caso, ¿resulta que no tienes una vida sexual sana y normal? Habría que aclarar entonces que la primera palabra que se destierra en Sexología es precisamente esa, normal, y en cualquier consulta el término que se cultiva, en contrapartida, es el de diversidad. Gargallo añade: “Si crees que para gozar de una buena calidad en tu vida sexual debes mantener como mínimo relaciones una vez por semana, te sentirás insatisfecho si tienes menos, sin tener en cuenta qué es lo satisfactorio para ti o si estás cuidando o no otras partes importantes en tu relación, que son igualmente sexuales, como la excitación, el autoerotismo…”.

 

 

De hecho, cuando hablamos de números y sexo, otro problema es que cualquier estudio lo que suele contabilizar, por norma general, es el número de penetraciones vaginales, pero no los contactos sexuales entre la pareja, como caricias, besos o prácticas sexuales que no hayan culminado en coito. Se queja de ello Santiago Frago: “El modelo cultural erótico de sexualidad en la Europa Occidental sigue una perspectiva reproductivista y genital en la cual, la búsqueda del orgasmo obstaculiza la consecución del placer. Se ha perdido igualmente la idea de versatilidad y diversidad erótica que nos conduce inexorablemente a un modelo clínico de entender la sexualidad”. Quizás si pensásemos en cuantas veces nos hemos abrazado esa semana, susurrado una obscenidad al oído, dado un cachete pícaro o un beso intenso e improvisado en la cocina, descubriríamos que disfrutamos de más sexo de lo que parece.

 

 

Deseos contrapuestos y otros misterios

 
Podemos tener claro entonces que es preferible indagar con calma en los misterios de nuestra sexualidad, que pensar en cuántas veces hemos tenido penetración esa semana. La cuestión es que al igual que no hay dos personas iguales, no hay dos deseos similares, por lo que la dificultad en pareja viene cuando tenemos diferentes criterios sobre cuánta cantidad es calidad.

 

 

Como ejemplo, una escena de uno de los cineastas que más nos ha hablado de sexo dentro y fuera de sus películas, como es Woody Allen en Annie Hall. A cada miembro de la pareja que acude a su terapeuta, éste le pregunta: ¿Con qué frecuencia hacen el amor? Él responde: «Casi nunca, tres veces a la semana». Y ella contesta: «Constantemente, tres veces a la semana».

 

 

Raquel Gargallo recuerda que al principio de una relación parece que todo cuadra a la perfección. «Pero, poco a poco, dejamos de querer impresionar a la otra persona, nos sentimos mejor con ella y aparece nuestro verdadero yo, haciéndose evidente que cada uno tiene necesidades distintas”. Ante esa situación la sex coach recomienda aceptarlo y trabajar desde la comunicación y no desde la frustración. “Como todo en las parejas lo primero es empatizar, comprenderse, respetarse y buscar un acuerdo. No sirve de nada echarle la culpa a la otra parte y no ver qué está en tus manos”. Así que la mejor opción pasa «por dejar la crítica a un lado y hacer propuestas, innovar o por indagar en qué es lo que apetece o qué es lo que no apetece y tal vez descubramos que nuestra pareja sí está por la labor de otro tipo de relaciones que no tienen por qué resumirse siempre en un coito». Y es que un masaje relajante al llegar a casa puede incentivar más el deseo que un codazo con un ¿te apetece?. (Y ojo, eso es tanto para ellos, como para ellas, que también es hora de desterrar el falso mito de que a los hombres siempre les apetece, nos recuerdan los especialistas). Todo ello sin olvidar, además, que nuestra sexualidad es nuestra, y que si bien compartimos parte de ella con nuestra pareja, no hay que dejar de cultivar el mimo por uno mismo a través del autoerotismo.

 

 

El País