El misterio de los militares presos
marzo 11, 2018 5:25 am

Luego de varios días de misterioso silencio en el transcurso de los cuales se tejieron las más disparatadas versiones, el régimen de Maduro dio luz verde (¿oliva?) para que se diera a conocer un hecho que, por su misma trascendencia, era imposible ocultar a la opinión pública y, en especial, a los medios de comunicación tanto del oficialismo como de la prensa independiente.

 

 

Ocultar este tipo de noticias que tocan un elemento tan fundamental para la sociedad venezolana, como lo es la Fuerza Armada Nacional, no solo es un disparate mayor sino un error de incalculables consecuencias. En este momento Venezuela se encuentra inmersa en un intrincado mundo de controversias y contradicciones que afectan directamente tanto a la sociedad civil como al estamento militar. Despreciar este enfoque realista y negar las consecuencias a corto y mediano plazo de esta fragilidad institucional es caminar hacia el abismo en el menor plazo posible.

 

 

Las Fuerzas Armadas se sienten no solo incómodas sino también prisioneras de un delirio marxista que, en la práctica, se ha convertido en un gran desprecio hacia las instituciones y, por ende, hacia las posibilidades de cambiar el rumbo del gobierno en el marco institucional. Vaya peligro, y vaya aventura la que promueve la negación de la realidad por parte de la cúpula que estrecha el poder en sus manos y encauza cualquier crítica hacia el rincón de las deslealtades.

 

 

Esta mirada ciega, estos oídos sordos, este vicio de borrar la realidad y reducirla a solo una conspiración que obedece a las intenciones y amenazas internas ya no calan en la “ingenuidad del pueblo”, a la facilidad de engañarlo como quien pesca en río revuelto. Hasta allí no llega la ingenuidad de un pueblo pobre, desesperado y hambriento, cuyo único deseo es que Maduro, como heredero de Chávez, sirva para algo útil porque, si a la verdad vamos, Nicolás es una mandarria incontrolable que todo lo destruye.

 

 

Cualquier oficial de la Fuerza Armada Nacional no sería patriota si no ubicara su atención en corregir los errores de la actual  gestión militar porque, para desgracia, muchos oficiales no solo tienen puestos de mando sino que son piezas fundamentales en los procesos administrativos, logísticos, de control de gestión y de diseño de tácticas y estrategias extremadamente útiles y precisas para que el funcionamiento del Estado cumpla con las metas impecables de un Estado funcional.

 

 

No ha sucedido así, por desgracia, y ahora el descubrirse la estafa histórica del rumbo adoptado por parte del partido gobernante, no queda otra que preguntarse si están atentos a los peligros que irresponsablemente corren al negar y cerrar puertas para evitar una explosión que dañaría cualquier entendimiento, con el añadido de violencia, muerte y desgracias perfectamente evitables.

 

 

Desgracias que dañarían a la gente más vulnerable de la sociedad, a los que tienen hambre y sed de venganza porque les aguarda un no futuro, una negación de lo que tanto han esperado. Son los que creyeron en esta mentira que hoy vivimos y que vuelvan insistentemente a reclamar su sed de justicia, su derecho de vivir como seres humanos, a no ser pedigüeños electorales

 

 

Editorial de El Nacional