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El hambre ha cobrado 12 vidas en la PGV

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El hambre ha cobrado 12 vidas en la PGV

Al menos 12 reclusos de la Penitenciaría General de Venezuela (PGV) murieron en los últimos 15 días de complicaciones generadas por la tuberculosis y el VIH, enfermedades que resultaron agravadas por el hambre que atraviesan luego de más de 21 días de toma de la cárcel guariqueña.

 

 

Informaciones obtenidas en el hospital Dr. Israel Ranuárez Balza de San Juan de los Morros, indican que desde que se inició la toma del centro penitenciario se ha incrementado el número de pacientes referidos desde la cárcel con cuadros clínicos comprometidos como consecuencia de la situación alimentaria por la que atraviesan los internos. Las primeras víctimas de las revueltas carcelarias suelen ser los enfermos que no cuentan con el apoyo familiar.

 

 

En la sede de la morgue del hospital, con las reservas del caso, extraoficialmente fue ratificada la cifra: «hemos recibido 10 muertos de la PGV en las últimas dos semanas y dos nuevos que tenemos acá que fueron trasladados en las últimas horas, todos con tuberculosis y sida y desnutridos, esa gente está en el hueso», dijo un trabajador de la salud que no quiso ser identificado.

 

 

Presos de 40 kilos

 

«Eso es el infierno, nos estamos muriendo de hambre, nadie sabe lo que vivimos hasta que se está allá adentro», dijo Yohan, quien pesa menos de 40 kilogramos. El reo esperaba en el hospital ser tratado de dos «pajizazos (disparos de escopeta) que le dieron por meter un teléfono sin el permiso del pran. «Me descubrieron y esto fue lo que me salió», relató.

 

 

«Dame plata para comprar algo de comer, tengo hambre», dijo,  mientras se acomodaba en la estrecha camilla. Las dos piernas las tenía cubiertas con gasas,  destacaban  los ojos hundidos  en su rostro y los huesos a flor de piel evidenciaban el hambre que ha pasado.

 

 

«De verdad es un infierno, no hay comida, estamos a nuestra suerte. Al menos yo pude salir un rato, no fue tan malo que me dieran ese «pajizazo», ahora levanto alguna «bomba» para comer, muchos no tienen esta suerte», agregó.

 

 

A los pocos segundos llegó una enfermera con quien Yohan se puso a hablar y le pidió que le comprara algo de comer. «Una empanada, un pan relleno, un jugo, lo que sea por favor», y le dio el paquetico de dinero. La mujer desapareció por una de las salidas del centro de salud.

 

 

«Estamos mal, ayúdeme por favor», fue lo que dijo un tercer recluso que estaba asomado en la ventana de la ambulancia que lo llevaría de regreso al centro penitenciario.

 

 

Protocolos y barreras activas

 

 

Las enfermeras del hospital de San Juan señalan que va en aumento el número de reclusos que les remiten por descompensación de la PGV desde hace 21 días. «Antes llegaban uno que otro, la cárcel siempre genera un movimiento hacia el hospital, pero no tantos como ahora. Hoy en día nos llegan al menos cuatro por día, todos vienen muy mal, al extremo que algunos no llegan a mejorarse y se mueren, sobre todo los que tienen tuberculosis o sida», dijo una profesional de la salud.

 

 

Una vocera de la institución, que pidió no ser identificada, dijo que el personal de salud está al tanto que son altamente contagiosos los males que padecen los internos, «a pesar de eso, a ninguno se le niega atención, tomamos las previsiones, usamos todas las barreras y protocolos de seguridad, guantes tapabocas, todo lo necesario para resguardarnos».

 

 

Al consultarla sobre la supuesta activación de un plan de emergencia para atender a la población de la PGV en caso de la retoma del centro por las autoridades, indicó que no han recibido ninguna instrucción al respecto. «Semanas atrás hubo un alerta de supuestos ataques con granadas, en ese entonces se ordenó el  desalojo del hospital».

 

 

Sobre el equipamiento del centro de salud, dijo que a raíz de la toma de la cárcel, recibieron dotación extra para el personal de enfermería y médicos,  «para atender cualquier contingencia que se presente».
«Los presos mandan acá»

 

 

Los vecinos de la Penitenciaría General de Venezuela y de la Cárcel 26 de Julio viven en estado de tensión permanente. «Uno no sabe con quién hablar, el gobierno dejó que la situación llegara a estos extremos y ahora no saben qué hacer, y quienes pagamos los platos rotos somos los vecinos», dijo Arturo González, residente de la urbanización Vista Hermosa, vecina al centro 26 de Julio, quien pidió le cambiaran el nombre por seguridad.

 

 

Agregó que a pesar de la fuerte presencia policial y militar en las cárceles, «acá en San Juan de los Morros quienes mandan son los presos, acá secuestran, cobran vacunas,  amenazan y si la gente se come la flecha lo matan».

 

 

Por su parte, Alejandro Pérez quien vive en el sector El Castrero, a unos 300 metros lineales de la PGV, indicó que vivir tan cerca de la cárcel tiene su precio.

 

 

«Cuando se arman las plomazones uno tiene que salir corriendo a la parte trasera de la casa con los muchachos, no sea que le peguen una bala perdida. Los niños dicen: papi eso es plomo y uno tiene que  mentirles decirles que son fuegos artificiales para que no se traumaticen tanto».

 

 

«Nadie nos escucha»

 

 

Familiares de los presos que se encontraban en las inmediaciones de la cárcel 26 de Julio cuando El Universal visitó la zona, se mostraron esquivos ante la presencia del medio. «No queremos que nos tomen fotos». Su actitud contrastaba con la que mostraron semanas atrás cuando protestaron en la sede del Ministerio de Asuntos Penitenciarios en El Rosal, en Caracas.

 

 

«Nadie nos escucha, tenemos miedo de que maten a nuestros familiares, dicen que trajeron a un pelotón de rusos para recuperar la cárcel, nosotros no sabemos nada, sólo tenemos mucho miedo porque sabemos que a esos rusos no les va a importar nada a la hora de echarle plomo a nuestros esposos».

 

 

Otra pariente de uno de los internos dijo que en las últimas semanas han vivido en el marco de la desinformación. «No

sabemos nada, un día dicen que los van a trasladar y uno se viene corriendo y no pasa nada, dicen que van a meterse a la cárcel, que viene la ministra, han dicho tantas cosas y todas son mentira».

 

 

Lo que queda es rezar

 

 

Finalmente una misionera evangélica comentó: «lo que nos queda es orar, nosotros ayudamos dando apoyo espiritual, les traemos el mensaje de paz que tanta falta les hace, nosotros somos los únicos que nos acercamos a hablar con los familiares, les damos un apoyo que es muy necesario».

 

 

EU

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