El Estado Islámico golpea nuevamente a la cultura en su incesante campaña de terror
marzo 6, 2015 9:48 am

Torturar, quemar y decapitar enemigos, secuestrar a jóvenes, arrojar al vacío a homosexuales o destruir vestigios de la historia son algunos de los bárbaros métodos usados por el Estado Islámico (EI), que atentan principalmente contra las poblaciones que controla y aterrorizan al mundo occidental.

 

 

Esta “cruzada del terror” parece no tener fin. El último atentado cometido por los yihadistas se centró en la destrucción del sitio arqueológico asirio de Namrud, en Irak, unas ruinas que datan del siglo XIII a.C.

 

 

Los radicales emplearon esta vez maquinaria pesada para arrasar el enclave arqueológico, en un ataque dirigido al corazón de “la cultura y de la humanidad”, señaló el Gobierno iraquí al anunciar el ataque contra esta ciudad conocida en la Biblia como Kalakh, y que fue una de las capitales de Asiria.

 

 

Se trata de un “crimen de guerra”, reconoció hoy la responsable de la UNESCO, Irina Bokova, quien en febrero expresaba igualmente su repulsa tras hacerse público un vídeo en el que el EI mostraba cómo destruían decenas de figuras del Museo de la Civilización de Mosul, “en una nueva incitación a la violencia y el odio”.

 

 

Para el EI este tipo de vandalismo está justificado y solo sigue preceptos islámicos, ya que el mismo profeta Mahoma destruyó con sus propias manos otras figuras de ídolos religiosos, aseguraba uno de sus militantes tras el atentado de Mosul.

 

 

Pero, según algunos analistas, estas excusas solo ocultan los motivos reales que llevan al EI a cometer estos actos: por un lado son un vehículo de propaganda, muy útil para reclutar a nuevos adeptos ante los que escenifican su fortaleza e impunidad y, en otro plano, mantener la presión sobre el enemigo, que parece incapaz de detenerlos.

 

 

Si la cultura ha sido uno de los objetivos de esta espiral del terror del EI en los últimos meses, los yihadistas no han dejado, sin embargo, de tratar de conmocionar al mundo con actos de barbarie contra civiles.

 

 

El pasado 3 de marzo, medios de todo el mundo reproducían el asesinato de un joven acusado de homosexualidad en Siria, al que militantes del EI arrojaban al vacío desde lo alto de un edificio antes de lapidarlo y ante lo que parecía la complacencia de decenas de residentes en la zona, que aplaudían la escena.

 

 

No era la primera vez que los yihadistas matan a hombres a los que acusan de cometer actos homosexuales pero, en esta ocasión, la grabación de las imágenes y su publicación en las redes sociales por parte del EI, daban mayor visibilidad al hecho.

 

 

Internet se ha convertido en el vehículo de difusión en estos últimos meses de otros muchos actos de terror: la ejecución, quemado vivo, de un piloto jordano, del degollamiento de decenas de cristianos egipcios residentes en Libia, del asesinato de militares kurdos en Irak o de la incorporación y entrenamiento de occidentales, algunos de ellos mujeres, en las filas integristas.

 

 

Las redes sociales, manejadas con especial habilidad por los yihadistas, son por tanto las que ayudan a difundir, entre adeptos y enemigos, las imágenes de su actividad terrorista, muchas de ellas y, según expertos, manipuladas y dramatizadas para obtener mayor efecto.

 

 

Un estudio de los estadounidenses J.M. Berger y Jonathon Morgan asegura que existen actualmente más de 46.000 cuentas operadas en Twitter por el Estado Islámico, la mayoría en árabe (las tres cuartas partes), aunque ya hay un número significativo en inglés.

 

 

El informe, denominado “El censo del EI en Twitter”, asegura que la mayoría de las cuentas se crearon en 2014, en un año en el que los yihadistas tomaron conciencia de las rentabilidad que sus mensajes obtenían al ser difundidos en internet.

 

 

Así, a través de Twitter, Facebook y otras redes sociales, el mundo puede ser testigo, aunque sin posibilidad de verificación, del terror impuesto por el EI que parece querer demostrar que no se detiene ante nada ni nadie.

 

 

Y todo ello, pese a las restricciones y los controles cada vez más férreos impuestos por los países occidentales al acceso y control de estas webs.

 

Escrito Por: Rafael Molina
Fuente: EFE