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El diálogo y el más allá

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El diálogo y el más allá

 

Al fin, el presidente de la Asamblea Nacional, Henry Ramos Allup, ha proclamado lo que todo el mundo esperaba y deseaba: “El diálogo está absolutamente muerto”. Y desde luego le faltó agregar que murió no solo de una puñalada oficialista por la espalda sino de una sucesión de novatadas cometidas por uno de los tantos sectores que aspira a guiar a la oposición a nuevas conquistas políticas y electorales. La lección ha sido dura pero nos deja una experiencia que no podemos olvidar, valga decir, que con bandidos y malhechores no se puede dialogar en términos civilizados sino desde posiciones de fuerza.

 

 

 

Cuando el venezolano decente y honesto pasea su mirada por el panorama de miseria, hambre y corrupción que han sembrado los actuales dueños del poder, entiende claramente que nadie que tenga buenas intenciones y propósitos de altura para su país puede causar tanto daño a millones de personas sin estar descompuesto moral y éticamente, sin estar podrido en cuerpo y alma. De manera que lo que se puede esperar de estos seres son trampas, hipocresías, traiciones y comportamiento delictivo.

 

 

 

Y eso fue precisamente lo que sucedió y pudimos observar con tristeza y rabia contenida. Desde que en la primera reunión trasmitida en público apareció la figura del primer mandatario presidiendo, como si nada pasara en el país, la fulana mesa de diálogo, hasta el ciudadano más sencillo y humilde interpretó aquello como una emboscada oficialista preparada, con minuciosidad y alevosía, para hacer aparecer al señor Maduro como el jefe indiscutible de Venezuela que, para acabar con el revuelo en el gallinero, se presenta a aplacar a sus polluelos y, como es lógico, a fungir de la figura paterna que castiga y perdona por igual.

 

 

 

Pero si la puesta en escena les quedó medio chimba no lo fue tanto para los pocos seguidores que aún caminan entre el filo de la duda y las ganas de escaparse del derrumbe rojito. En el fondo les entró un fresquito de esperanza al verlo allí haciendo lo posible por disimular lo que, a ojos vistas, era la viva figura de aquel hombre que se colea en una fiesta de gala sin estar invitado. Y de hecho lo era, pues al estar en el inicio de un encuentro que apenas daba sus primeros pasos, solo indicaba un pobre e inelegante acto de viveza, muy de costumbre entre los arribistas sociales y políticos.

 

 

 

Fue un debut y despedida, gracias a Dios, porque ese comportamiento dijo mucho a los ojos de quienes observaban desde sus hogares y sitios públicos la ceremonia de instalación de la malograda mesa de diálogo, al punto de que si quedaba alguna duda sobre las buenas intenciones del oficialismo y del gobierno en su totalidad, estas ilusiones se despejaron de inmediato: el señor Maduro venía dispuesto a jugar con las cartas marcadas y solo un tonto de capirote podía caer en el engaño.

 

 

 

Hoy, luego de tantos días y semanas de discusiones, críticas y duros señalamientos, la MUD se cae de la mata de las ilusiones y entiende que de bienintencionados está empedrado el camino del infierno, que con estos líderes del oficialismo hay que actuar como un pasajero que aborda el Metro y se guarda la cartera en su ropa interior, a sabiendas de que los ladrones y los pillos están por todas partes.

 

 

Editorial de El Nacional

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