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  El defensor y sus verdugos

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  El defensor y sus verdugos

 

Solo un hecho de esta magnitud le faltaba al señor Maduro para graduarse de una vez, “horroris causa”, como personaje central de la tragedia que vive en la actualidad Venezuela. Todos los actos represivos que en el pasado se le achacaron a la barbarie de las policías de la cuarta república, hoy han salido de sus tumbas y resplandecen en esta larga noche para desgracia y dolor de los ciudadanos de este país.

 

 

Por más explicaciones que exhiban ante la opinión pública, ninguna será convincente y solo quedará en el recuerdo de los venezolanos ese día en que el concejal Fernando Albán, al que acusaban de haber presuntamente participado en un acto terrorista contra el señor Maduro, murió al caer misteriosamente desde el piso 10 del edificio sede de un cuerpo de seguridad del Estado.

 

 

 

El fiscal general y el ministro de Interior, Paz y Justicia de inmediato se pronunciaron sobre lo ocurrido calificando el hecho trágico de “suicidio”, sin que se tomara la precaución de investigar a fondo todo lo relacionado con la muerte de un concejal electo por el voto democrático, detenido arbitrariamente y sin prestar atención a los procedimientos especiales que las leyes prescriben para quienes desempeñan funciones como representantes del pueblo.

 

 

 

Lo que llama la atención es el urgente esclarecimiento del caso sin que hayan mediado los procedimientos forenses adecuados, como si se tratara de cerrar la puerta a una investigación más rigurosa, ceñida a las recomendaciones y protocolos que designan las leyes al respecto. Si lo que se pretendía era establecer de antemano una verdad conveniente a ciertos intereses, pues han logrado absolutamente lo contrario.

 

 

 

Paralelamente a lo anunciado por los voceros del oficialismo se han difundido otras versiones que no deben ser descartadas sino luego de una investigación convincente, detallada y especialmente ajustada a los procedimientos policiales aceptados universalmente. Se trata de una muerte que tiene un impacto fuera de nuestras fronteras y que afecta a la ya deteriorada credibilidad del actual régimen.

 

 

 

Era un militante del partido Primero Justicia y se le conocía por ser no solo un ciudadano de costumbres pacíficas y de pensamiento sensato, sino también por su entrega a la causa política a la cual servía con claridad y sin tomar descanso. Que su vida finalizara de esta manera tan trágica y oscura no contribuirá en nada a la reconciliación de este país tan herido.

 

 

 

Todavía están frescas en nuestra memoria los casos de “suicidios” de políticos presos y torturados en las sedes de los cuerpos policiales de seguridad del Estado. No olvidamos al profesor Lovera, aparecido muerto en una playa de oriente luego ser violentado por sus captores, o el “suicidio” de Fabricio Ojeda que no era tal, o la muerte bajo tortura de Jorge Rodríguez.

 

 

 

Por otra parte, no es desconocido para los venezolanos las muertes ocurridas durante el Caracazo y luego en el golpe militar del 4 de febrero efectuado con intenciones claras de atacar la sede presidencial en Miraflores y La Casona, donde estaba una señora desarmada y sola que no era un peligro para nadie. Bien le vendría a este régimen cesar de una vez por todas con su poca civilizada costumbre de saltarse la ley a la torera.

 

 

Editorial de El Nacional

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