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El caso Bolton

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El caso Bolton


 
 No abordaremos en esta ocasión lo que dice John Bolton sobre Venezuela en su controversial libro. Por los momentos nos interesa otra pregunta: ¿qué significa en sí misma la publicación de estas memorias, precisamente ahora? ¿Qué busca Bolton con ello?

 

 

Recordemos que Bolton ejerció el cargo de consejero de Seguridad Nacional de Donald Trump durante casi año y medio, entre abril de 2018 y septiembre de 2019. Dicho cargo es uno de los más importantes y de mayor responsabilidad a que podría aspirar una persona con la trayectoria de Bolton. Fue la posición que, por ejemplo, ocupó Henry Kissinger durante buena parte de su desempeño junto a Richard Nixon, y desde la cual promovió buen número de importantes iniciativas políticas y diplomáticas. Se trata, en síntesis, de un cargo que exige conocimiento y discreción.

 

 

De acuerdo con lo que sabemos acerca de su ya extensa carrera en los círculos de poder de Washington, Bolton es una persona preparada en su campo; no obstante, de lo que cabe dudar es de su discreción. Tanto Kissinger como otros personajes de poder estadounidenses han publicado memorias personales una vez que dejaron sus cargos, pero creemos que en su mayoría lo hicieron luego de que transcurriese un tiempo prudencial, de modo de permitir, de un lado, que los eventos narrados pudiesen ser vistos con mejor perspectiva, y de otro, para salvaguardar secretos y confidencias, al menos hasta que el individuo para quien trabajaron hubiese abandonado la Casa Blanca.

 

 

La prestigiosa editorial Simon & Schuster pagó a Bolton 2 millones de dólares como adelanto por su libro. A ello sin duda se añadirán atractivas sumas adicionales, como producto de las ventas de la obra en librerías, así como de las jugosas comisiones que en Estados Unidos un personaje como Bolton es capaz de obtener participando en programas de televisión, charlas y debates varios. Más aún si, como es el caso, su libro forma parte de la actual pugna política y suscita interés y polémica en la prensa.

 

 

Bolton ha dicho que sus ataques a Trump, el presidente que le brindó su confianza y le exaltó a la destacada posición que tuvo a su lado, se deben a que considera que el actual ocupante de la Casa Blanca tiene toda suerte de defectos y limitaciones, que no le hacen apto para detentar el cargo al que fue electo constitucionalmente. Sin embargo, cuando los miembros del Partido Demócrata, así como algunos republicanos que cuestionan a Trump, solicitaron a Bolton que interviniese como testigo en las sesiones del Congreso destinadas a enjuiciar al presidente, pero se negó. A decir verdad, si tan negativas son las opiniones de Bolton hacia el individuo al que sirvió, el juicio (impeachment) celebrado entre diciembre de 2019 y febrero de 2020 fue la oportunidad perfecta para hacerle daño a Trump, exponiendo ante los congresantes y el público en general sus puntos de vista con la mayor resonancia e impacto posibles. Tal curso de acción, sin embargo, hubiese restado relevancia a su libro de memorias, pues los secretos y confidencias ya habrían sido revelados abiertamente y nadie habría pagado un dólar por ellos.

 

 

A lo anterior es imperativo añadir la siguiente pregunta: si Trump es lo que Bolton ahora dice que es, y si sus convicciones al respecto se formaron durante el período en que trabajó para el presidente, ¿por qué no renunció, en lugar de aguardar a que le despidiesen, y de la manera poco digna en que los eventos de su salida acontecieron?

 

 

Pensamos que estos episodios arrojan una sombra sobre Bolton y su libro. Lo que hasta ahora sabemos no contribuye a la credibilidad del autor y de su testimonio. El caso Bolton es otro síntoma de la grave descomposición política y cultural de la sociedad estadounidense, de sus instituciones y su existencia cívica en general. No caeremos en el lugar común de señalar a Trump como chivo expiatorio y exclusivo culpable de todos los males de su país y del mundo. Nos parece que no son muchos los que, libres de pecado, podrían arrojar las primeras piedras. La idea ya muy expandida, a la que Bolton ha aportado su grano de arena, es que si se trata de Trump y de hacerle daño moral y político, todo está permitido. No consideramos que sea una buena idea, pues se han sembrado tormentas que no terminarán hoy o mañana, sino que continuarán por mucho tiempo.

 

 

Trump podría no ser reelecto, pero no es imposible que sea reelecto. Y si esto último ocurre, nos preguntamos: ¿qué harán sus adversarios, que nos han convencido de que ese sería el peor de los males, un resultado inimaginable y del todo inconcebible? ¿Acaso ya hemos olvidado lo ocurrido en 2016, cuando a estas alturas del juego los medios de comunicación en Estados Unidos y el mundo entero descartaban un posible triunfo electoral de Trump, casi como si semejante resultado fuese una mala broma? ¿Van los opositores de Trump a incendiar el país, si se produce lo que de nuevo nos aseguran es algo imposible, absurdo, inadmisible e inexcusable, como lo afirmaron y pronosticaron en 2016?

 

Hay mucha gente jugando con fuego en Estados Unidos.

 

Editorial de El Nacional

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