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El amor en tiempos de crisis

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El amor en tiempos de crisis

La vida en pareja es un organismo vivo que requiere cuidados. Hay que ser generoso para amar, pensar en el otro, dedicarle tiempo y estar ahí cuando nos necesita. Estamos atravesando un proceso de crisis generalizada que nos influye psicológicamente. Perder el trabajo y sufrir dificultades económicas afecta seriamente al estado anímico. ¿Y al amor? ¿Cómo amamos cuando estamos inmersos en esta tristeza? ¿Cómo afecta la crisis económica a la relación de pareja?

 

 

 

La palabra crisis, que viene del griego, significa pensar y decidir. Una crisis, sea del tipo de sea, obliga a decidir y a reflexionar sobre lo que es preciso cambiar para mejorar lo que sucede. Las estrecheces económicas afectan a la vida en pareja, pero solo si la relación ya estaba mal pueden desencadenar la ruptura. En algunas ocasiones, se sigue compartiendo casa porque no hay dinero para vivir separados. Esta modalidad se establece cuando uno de los dos no puede independizarse y el otro se siente culpable por dejarle en malas condiciones económicas. Pero también puede suceder que tras esta forma de separarse, sin hacerlo del todo, se encuentre alguna ambivalencia a la ruptura. No es solo la economía que se puede medir en dinero la que afecta a una relación, también es muy importante la economía psíquica, que se mueve en los conflictos de dependencia/independencia afectiva a la que ambos están sujetos.

 

 

 

En la relación amorosa dependemos del otro afectivamente. Y se sostiene por la complicidad inconsciente de deseos que se producen entre los dos miembros de una pareja. Si la dificultad inherente a mantener el amor añadimos el desgaste psicológico de una situación de crisis social, no es raro que los vínculos de la pareja se resientan. La crisis social afecta al estado de ánimo, los jóvenes no tienen claro el futuro, no ven horizontes, retrasan la edad para independizarse y tener hijos, y muchos de ellos necesitan la ayuda familiar para acabar el mes.

 

 

 

Desamparo emocional

El amor es un camino cuya meta es compartir, crecer y evolucionar juntos. En situaciones como la que se vive actualmente se producen escenarios injustos que afectan a la autoestima de sus víctimas. Aparece entonces un sentimiento de fragilidad que remite con frecuencia a situaciones infantiles de desamparo. En este estado, la pareja se convierte en un apoyo muy importante, pero no se le puede pedir más de lo que puede dar. En ocasiones, el cónyuge menos afectado se asusta del estado de fragilidad de su pareja y huye. De ser así, el amor no ha podido cumplir con uno de sus principales requisitos: amar al otro donde tiene una debilidad.

 

 

 

El amor verdadero acepta los conflictos, haciéndose cargo de ellos para resolverlos. No hay que dejarse llevar por la desesperación y romper enseguida porque se necesita un tiempo para reflexionar y pensar sobre lo que ha conducido a esa situación. Si los cónyuges se conceden ese tiempo y se hacen cargo de los conflictos psicológicos que les han llevado a estar tan mal, a lo mejor la situación se resuelve y el amor puede salir fortalecido.

 

 

 

Podemos aceptar cierto grado de dependencia de alguien a quien amamos cuando hemos construido una identidad firme y hemos sido libres para aceptar lo que deseamos. Solo desde la salud mental nos podemos llegar a querer allí donde somos más vulnerables, donde somos más humanos. Y el terreno en el que nos sentimos más frágiles es el amor. “Nunca pensé que el hecho de que Daniel se quedara sin trabajo iba a llevarme a conocerme mejor y organizar nuestra relación de otra manera, pero así fue”, le explicaba Elvira a una amiga suya, que le contaba, a su vez, su miedo a que su pareja perdiera el trabajo.

 

 

 

“Cuando estábamos a punto de separarnos, él se quedó sin trabajo y como el paro no le daba para vivir por su cuenta y yo no quería vender la casa, decidimos seguir viviendo juntos, pero en habitaciones separadas. Habíamos esperado a estar mejor económicamente para tener un hijo, pero al poco de nacer comenzaron nuestras dificultades. Él estaba muy poco en casa y yo me agotaba entre el trabajo y el niño”, continuaba diciendo Elvira. Ella trabajaba en una tienda de dependienta y su horario finalizaba tarde. Su marido se había quedado sin trabajo. Su hijo de tres años empezaba la educación infantil. La situación de paro de Daniel había alterado mucho las relaciones en esta pareja. Él se sentía mal, deprimido y triste. Por eso decidieron que se quedara en casa mientras se resolvía su situación y volviera a encontrar trabajo. Pero ahora que estaba en el paro, Daniel comenzó a colaborar en la casa. Llevaba y recogía al niño del colegio, jugaba con él, hacía la compra y la comida muchos días.

 

 

 

Deseos enfrentados

El hecho de que su marido se comportara de una forma tan protectora y estuviera tanto en casa, evocaba en Elvira algo que ella deseaba, pero que nunca tuvo. Su padre, siempre ausente con la excusa de tener mucho trabajo, dejó en su hija una carencia que ahora se hacía presente al ver a su pareja actuar de una manera distinta. Aunque Elvira suponía que le gustaba de él su fortaleza y su capacidad de trabajo, virtudes que admiraba de su padre, lo que en realidad deseaba a su lado era un hombre cercano, protector y tierno que compartiera con ella las tareas cotidianas de la vida. Muy pronto Elvira pudo empezar a valorar la capacidad de su pareja para sobrellevar su situación y todo lo que esto le ayudaba a ella. Una noche, contándole Daniel lo que había hecho ese día con su niño, sin saber cómo, acabaron durmiendo juntos de nuevo.

 

 

 

Cuando hay una crisis de pareja es porque las expectativas conscientes no coinciden con las inconscientes. Una cosa es lo que una persona quiere y otra lo que demanda su inconsciente. Es muy habitual que ambos deseos no coincidan.

 

 

 

¿Qué pasa?

 

 

 

-Cuando la carencia económica promueve discusiones constantes, hay que suponer que lo actual se conecta con emociones no resueltas. Si estos conflictos económicos no alteran la relación, la pareja se encuentra en una situación amorosa sólida y saludable.

 

 

-Al miembro de la pareja que está en crisis hay que darle tiempo. No hacerlo indica que no toleramos su fragilidad, lo que muestra que, en realidad, no soportamos la nuestra.

 

 

-Se puede exigir a la pareja algo a lo que no puede responder si se siente un desamparo demasiado alto. Pero la queja y el reproche hacia la injustica social no debería ser desplazada a la pareja.

 

 

¿Qué podemos hacer?

En las crisis sociales aparecen malestares, angustias y preocupaciones por cómo seguir adelante, pero también la solidaridad y el apoyo para aquel miembro de la pareja que se encuentra peor.

 

 

 

Si se decide aplazar una separación por motivos económicos, por los hijos o por otra cuestión, es posible que se intente recuperar la relación y evitar la ruptura. En este caso, hay que plantearse lo que ha podido pasar y elaborar los conflictos latentes. Solo así se podrá resolver lo que sucede. Si la relación sigue adelante, saldrá fortalecida; si se rompe, no se repetirá en el futuro el vínculo patológico que nos condujo a la ruptura.

 

 

Cuando la pareja sabe hablar, escuchar y comunicarse, el amor se mantiene más allá de las crisis sociales. Hay que tratar de comprender a la pareja como a uno mismo

 

 

 

Mujer Hoy

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