El agua tibia de la FAO
abril 26, 2017 6:32 am

 

Por primera vez en muchos años la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación menciona a Venezuela, pero no para darle un premio. Esta vez hace figurar al país en su Reporte Global de Crisis Alimentarias 2017 y señala que “el empeoramiento de la situación económica puede causar una fuerte escasez de bienes de consumo, incluyendo comida y medicina. Por tanto, la seguridad alimentaria necesita ser monitoreada”.

 

 

 

El reconocimiento de la agencia de la ONU de la crisis que se vive en el país, a estas alturas de 2017, es evidentemente tardío. Sobre todo si se recuerda aquella foto protocolar del 8 de junio de 2015 en la que se veía al para entonces vicepresidente Jorge Arreaza recibir muy orondo de manos del director general de la FAO, José Graziano Da Silva, el segundo premio por el trabajo del gobierno en la reducción de la pobreza.

 

 

 

Los expertos en nutrición, que hay muchos y muy buenos en el país, en aquella oportunidad se cansaron de señalar que tal galardón se otorgaba porque la FAO solamente recibía datos y cifras que provenían del gobierno y de sus organismos oficiales. Muchos insistían en que no entendían por qué la delegación de la oficina de la ONU no se preocupaba por contrastar los números. No lo hicieron entonces.

 

 

 

Desde ese año hasta ahora muchas cosas han pasado y han empeorado. Nutricionistas, como Susana Raffalli, aseguran que la oficina de la FAO en Caracas conoce los datos y los resultados de los estudios de campo que llevan organizaciones como Cáritas y la Fundación Bengoa. Pero va más allá, afirman que también los expertos de la delegación han estado en campo y han podido constatar la realidad: elpaís ha empeorado considerablemente desde octubre de 2016 hasta ahora; tanto, que ya se rebasa en algunos sitios el umbral establecido por la Organización Mundial de la Salud en cuanto a desnutrición para declarar una crisis humanitaria, el famoso 10%.

 

 

 

Es imposible pensar que tanta burocracia ignore las evidencias de que en lugares como Machiques, estado Zulia, los niños con desnutrición severa superan el 14%; o que en el estado Vargas lleguen a 12%, de acuerdo con información de la nutricionista Raffalli. Entonces, hay que ser aún más precisos, o al menos eso esperarían los venezolanos de una oficina con tantos recursos y con el mandato de evitar que este tipo de tragedias ocurran en ninguna parte del mundo.

 

 

 

Lo que queda preguntarse es cuándo la FAO cambiará el tiempo verbal para calificar el problema venezolano. Si desde todos lados, incluyendo este periódico, le llega información que por lo menos debería corroborar sobre la situación económica, sobre el alto costo de la canasta alimentaria, ¿por qué aún afirman que todo eso “puede causar una fuerte escasez”? ¿Y lo que están viviendo millones de venezolanos, el peligro de muerte que corren los niños con desnutrición severa, todo eso es un espejismo?

 

 

 

Por lo menos se esperaría de una oficina tan renombrada que llame las cosas por su nombre, y no que afirme que descubrió el aguatibia.

 

 

 

Editorial de El Nacional