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Pasan los años y este esperpento de gobierno sigue martirizando a los venezolanos, no sólo por la serie de disparates económicos, políticos, sociales y legales, sino por su descarado desprecio por la libertad de expresión, por su afán de destruir la prensa escrita y por la persecución que ha desatado contra los editores y los periodistas que hoy siguen exponiendo su vida, su libertad y su sustento económico por no rendirse a una camarilla que, en conjunto con sectores específicos del crimen organizado y el narcotráfico, operan a lo largo y ancho del territorio nacional y en las zonas fronterizas.

 

 

 

Esto no solo lo afirmamos los periodistas venezolanos y ni siquiera constituye parte de un libreto elaborado por una conspiración internacional de la derecha internacional, sino que está reflejado en estudios, ensayos, conferencias e investigaciones llevadas a adelante por estudiosos de reputada trayectoria.

Venezuela hoy es un gran laboratorio en el cual fuerzas ligadas a las formas más antidemocráticas de gobierno actúan en conjunto con multinacionales especialmente constituidas para no sólo despojar a países como el nuestro, ricos en recursos naturales y exportadores de materias primas, sino para perfeccionar hacia etapas nunca vistas el lavado de dinero, las inversiones en áreas estratégicas y el control militar y policial de vastas rutas donde solo operan aquellos núcleos delictivos autorizados por los gobiernos cómplices.

 

 

 

Se trata de un peligro extremo, de alcance mundial y con proyecciones salvajes que no respetan instituciones ni fronteras, sino que al contrario proponen la creación de “espejismos de soberanía” que se prenden como alarmas si alguien se atreve a formular demasiadas preguntas. Desde luego los periodistas y la presa constituyen un enemigo natural, un peligro latente en todo tiempo y momento.

 

 

 

La estrategia mundial contra los medios y los periodistas no es algo focalizado, no está concentrado en uno sino en varios campos de batalla, en escenarios variables o modulares, se activan en tanto los objetivos políticos y económicos del crimen organizado están en peligro por un determinado núcleo informativo que, cada vez más, está actuando en redes que pueden interconectarse e intercambiar no sólo informaciones sino formas mancomunadas de investigación y difusión, por lo que se hace más difícil reprimirlas, neutralizarlas o cancelarlas.

 

 

 

En el caso de Venezuela, es posible determinar que los ataques tempranos contra la prensa y la libertad de expresión se correspondían con un plan perfectamente dibujado y elaborado con un solo fin: la consolidación de un modelo excluyente que, en sí mismo, llevaba la segregación social de cualquier sector opositor, aún en estado larvario. Las consecuencias están hoy a la vista.

 

 

 

Tiempo atrás publicamos que se podía afirmar “sin caer en exageraciones que no existe ninguna instancia oficial desde la cual no se haya emprendido una guerra feroz contra El Nacional. El permanente discurso de odio que el presidente Chávez sembró y que tenía como única finalidad dividir el país y acentuar el resentimiento social para perpetuarse en el poder, no ha cesado con su muerte”. Esto sigue vigente.

 

 

Editorial de El Nacional

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