El 7 de octubre se celebra el Día Mundial contra la Pena de Muerte para sensibilizar a los ciudadanos del mundo sobre la inhumanidad de esta.

En muchos países la detención de los condenados a muerte se lleva a cabo en malas condiciones, con celdas inhabitables, sin alimentos y sin atención médica. Además las condiciones de vida en el corredor de la muerte infligen un sufrimiento psicológico extremo. Y es que, la situación llega hasta el extremo, porque en varios países como Bielorrusia, Botsuana, Egipto y Japón, a las personas condenadas a muerte no se les informa de su próxima ejecución, ni tampoco a sus familias ni abogados.

Amnistía Internacional nos da algunas cifras. En el año 2009 perdieron la vida 714 personas, y en el 2010 527. Este año fueron puestas 2024 nuevas condenas en 67 países. Lo que se suma a las 17.833 personas que permanecen en corredores de la muerte de todo el mundo.

Estas cifras son estimaciones mínimas obtenidas a partir de cifras oficiales, dado que son varios los países que no ofrecen información, ya que por ejemplo, en China y Bielorrusia se considera un secreto de estado.

Lo peor es que muchas veces se aplican penas de muerte por delitos que no cumplen las condiciones jurídicas mínimas para ser considerados “los más graves” de acuerdo con las normas internacionales de derechos humanos, como los relacionados con drogas, los económicos, el mantenimiento de relaciones sexuales con consentimiento mutuo y la blasfemia.

Los métodos de ejecución conocidos son la decapitación, la electrocución, el ahorcamiento, la inyección letal y el disparo.

En los últimos 10 años, un total de 31 países han abolido la pena de muerte, lo que supone que un total de 139 los que la han suprimido de su legislación o en la práctica. Para su completa eliminación, es muy importante la educación de los niños, ya que serán los ciudadanos del mañana: los políticos, los acusados, los jueces y abogados.