¿Despedida antes de tiempo?
mayo 4, 2016 11:28 am

 

La sabiduría popular da por sentado que “la peor gallina es la que más cacarea”, un refrán que viene a cuento ante las amenazas de Nicolás Maduro quien, para ganarse con sus pancadas de ahogado un ¡púyalo compañero! –porque camarada ya nadie dice, sino Motta Domínguez a sus colegas militares– amenazó con lanzar una huelga general si tocan “su poder” con el pétalo de una rosa.

 

 

El desafío ocurrió durante la celebración del 1° de Mayo y ante una concurrencia cada año más esquelética que se dio cita en los alrededores del Palacio de Miraflores. Con la corrección sintáctica y la elegante facundia que han hecho de él un tribuno sin par, cuyos discurso son dignos de alimentar una antología del disparate, Maduro “instó a promover una huelga general si lo sacan del poder”, no sin antes advertir, ¡y agarren ese trompo en la uña!, que de no cesar la guerra económica se verá obligado a revolucionar el continente.

 

 

El ciudadano común podría preguntarse para qué una huelga si ya el país se encuentra inmovilizado por el paro de la administración pública auspiciado por el Ejecutivo. En todo caso, y es lo más probable, su “huelga” será festejo nacional para decirle adiós y hasta aquí cantaste pajarito.

 

 

Lo de amenazar con voltear el continente patas arriba pone en evidencia su falta de sentido de las proporciones y revela que su arrogancia y prepotencia son inversamente proporcionales a sus insuficiencias e impericia. Si el eterno, con dólares como arroz, no pudo contagiar con el mal de Chávez a los regímenes que subsidió, ¿cómo pretende este titubeante aprendiz de brujo hacer magia sin la varita correspondiente?

 

 

Pedir a los trabajadores que juren declararse en rebeldía popular a cambio de un misérrimo incremento salarial que no da para adquirir una canilla, es insultar a la clase a la cual dice pertenecer y defender. Por eso, acaso, y a falta de palabras en su exiguo vocabulario, los regañó: “Escúchenme, carajo, reflexionemos”, para presentarse como víctima, ¡cuándo no!, del imperialismo yanqui y, apelando a hiperbólicas afirmaciones que ni él mismo cree, asegurar: “He sido el presidente más atacado del planeta por Estados Unidos … Soy objeto de ese imperio rapaz, criminal, con mucho orgullo porque soy hijo de Hugo Chávez”.

 

 

Para redondear una faena en la que no cortó ni rabo ni orejas y tampoco salió a hombros, explicó que había convocado a los trabajadores a Miraflores porque el sábado habían detenido a francotiradores apostados en un edificio aledaño a la plaza O´Leary, adonde estaba pautada la culminación de la marcha. ¡Otra vez la conspiración magnicida!

 

 

La verdad es que el cambio se debió a que algún áulico se percató de que la asistencia sería raquítica, por lo que sería conveniente apretujarla en una cuadra de la avenida Urdaneta de modo que las fotografías hicieran su engañoso trabajo.

 

 

A modo de estocada, dejó entrever que expropiaría las plantas cerveceras de Polar. Así, con alcohólico circo y la promesa de una revisión salarial cada trimestre, quizá consiga embriagar a lo que él llama pueblo para que no lo despida antes de tiempo.

 

 

Editorial de El Nacional