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Ciberacoso y menores de diez años con smartphone: una peligrosa realidad conectada

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Ciberacoso y menores de diez años con smartphone: una peligrosa realidad conectada

Es muy difícil, casi imposible, mantenerse alejado de internet. Todo pasa por una conexión, ya sea para mantener el contacto con nuestros allegados a desempeñar nuestro trabajo. Los dispositivos inteligentes, como móviles, «tablets» o relojes, nos rodean incluso en casa.

 

 

 

El «Internet de las Cosas» está desembarcando en forma de altavoces inteligentes, de robots que manejan nuestra lavadora o asistentes que con solo una palabra dan desde la probabilidad de lluvias hasta el nombre de la canción que revolotea en tu cabeza. Los coches se aparcan solos y ya empieza a haber proyectos de taxis sin conductores humanos. Y todo empapado de inteligencia artificial, que se alimenta de miles de millones de datos que se recogen, por ejemplo, de los «me gusta» que damos a las publicaciones de amigos en las redes sociales.

 

 

 

Pero todo esto, ideado en un principio para hacer más fácil la vida de la sociedad, también tiene su lado oscuro. Por ello, los usuarios deben saber acerca de los riesgos que corren al asomarse a una red tan grande. Así nació en 2004 el Día de Internet Segura, una iniciativa de la Unión Europea dentro del proyecto Safe Borders y adoptado por Insafe, una red europea de centros que buscan crear un entorno seguro, sobre todo para los menores.

 

 

 

Menores de 10 años con redes sociales

 

Unos niños que en el 16% de los casos tienen acceso a su primer smartphone antes de los 10 años y que el 22 por ciento ya se conectan a través de redes sociales, según revela una reciente encuesta realizada por S2 Grupo. «Los problemas originados en entornos conectados son múltiples y la tendencia indica que seguirán aumentando, eso hace que se disparen las alarmas y que desde tanto las instituciones públicas, organizaciones y entidades privadas nos pongamos en marcha para formar y concienciar a los menores y evitar que sean víctimas de delitos relacionados con el uso de las nuevas tecnologías», ha declarado José Rosell, socio-director de la compaía de ciberseguridad.

 

 

 

Así surgen problemas como el ciber acoso, el sexting, la pérdida de privacidad, las adicciones o las apuestas online, el callejón oscuro de una red que se ha convertido en parte fundamental de nuestro día a día. «Muchas familias piensan que limitar el uso de estas tecnologías es la solución para evitar «ciberproblemas», pero esto es inútil. Los dispositivos conectados están cada vez más implantados en cada ámbito de nuestra vida y la auténtica forma de protegernos es conocer los riesgos a los que nos enfrentamos y cómo realizar un uso responsable de Internet», apostilla José Rosell.

 

 

 

Lo más temido por los padres

 

De hecho, los principales temores de los padres son que sus hijos puedan ser víctimas de ciberacoso (55%), que se comuniquen con extraños (52,2%), que compartan información personal (49,1%) y que accedan a contenido explícito o inapropiado (45,9%), tal y como demuestra una encuesta de la compañía de seguridad Kasperby Lab. Además de todos estos datos, casi tres cuartas partes de los preguntados están convencidos de que sus hijos pueden acceder a contenido inapropiado sin restricciones.

 

 

 

Pero no solo los más pequeños están indefensos ante estos problemas. Los virus informáticos proliferan a través de todos los dispositivos conectados, que no paran de crecer. «Uno de cada tres ordenadores está infectado por un virus. No hay que fiarse de los spam o alertas que te sugieren la instalación de un “falso” antivirus, pues también se utilizan como vehículos para infectar el equipo», alertan desde Kasperby Lab.

 

 

 

También crecen los ataques de «physing» o «smishing». De esta manera, los ciberdelincuentes suplantan compañías de contrastada reputación para obtener datos de sus víctimas de manera fraudulenta. Aunque también se debe tener cuidado con el manejo de esta información, pues muchas veces son los propios usuarios los que los proporcionan sin saber muy bien a qué se destinan. El extremo llegaría hasta la suplantación de la identidad digital, una práctica cada vez más recurrente y que puede llevar al afectado a perder el control de su «yo» online.

 

 

 

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