¿Castigos suizos sin destino?
agosto 9, 2019 10:33 am


 
 El gobierno de Suiza le ha metido la lupa a un selecto grupo de chavistas y les ha puesto penas que llenarían de preocupación a la gente normal que se ha formado en las lides del capitalismo, pero que seguramente no producen ningún tipo de reacción negativa en un elenco estelar de luchadores que ha dado la vida por los beneficios de la clase obrera y por el combate de gente proterva y malvada como los hombres de negocios, los banqueros, los financistas y otras gentes de esa ralea.

 

 

Si un conjunto de dirigentes ha vivido de proclamar en la plaza pública su solidaridad con el proletariado, su amor por los pobres y su odio por los ricos, ¿por qué van a pasar apuros cuando el gobierno de Suiza, país de cambistas y mercaderes, entorno de negociantes y de explotadores, les prohíbe que entren a su país, les impide residencia y les veda la posibilidad de realizar transacciones financieras? Se supone que les quieren impedir las cosas que más abominan, el contacto con las chequeras, el calor de las divisas, la hospitalidad de las cajas fuertes cargadas de billetes. Por consiguiente, causa extrañeza que los agentes de la Confederación Helvética se hayan equivocado de forma tan estentórea al pescar unos especímenes parecidos a los querubines del firmamento venezolano.

 

 

Repasemos la lista de los sancionados: Diosdado Cabello, Tareck el Aissami, Freddy Bernal, Maikel Moreno, Tarek William Saab, Delcy Rodríguez, Elías Jaua, Jesús Suárez Chourio, Iván Hernández Dala, Antonio José Benavides Torres, Néstor Reverol y Tibisay Lucena. Estamos ante un elenco inmaculado, si nos guíamos por las justicieras arengas que dirigen ante el público. Guiado por el eco de sus palabras, cualquiera los confundiría con hermanitas de la caridad si no fuera porque a veces se les pasa la mano en materia de insultos altisonantes. Pero son, de acuerdo con lo que dicen, modestas palomitas al servicio del prójimo, apóstoles de la caridad que juzgan el lujo y el dispendio como pecado capital y a la riqueza como maldad que remite a las pailas del infierno.

 

 


Para ellos, entrar a un banco suizo sería como instalarse en un potro de tormento, o algo parecido. Es lo que señala su retórica y el mandato del “comandante eterno”, ese campeón de la circunspección republicana y de la justicia social. De allí que sorprenda la mala puntería que ahora demuestran los disparos de los suizos, a menos que, expertos como son en los negocios del blanqueo de capitales y en la poda de paraísos fiscales, hayan apuntado a la diana de los hechos concretos después de librarse de la paja de las filípicas del socialismo criollo. Pero es un tema que merece reflexión porque  las tenaces e inesperadas pesquisas de los helvéticos nos están sacando de un estado de inocencia en cuya comodidad nos habían metido las arengas monacales y los juramentos imponentes de la plana mayor del régimen.

 

Editorial de El Nacional