Calma y cordura
enero 22, 2019 6:30 am

Las palabras que dan título a nuestro editorial son muy conocidas. Las pronunció el general Eleazar López Contreras cuando le tocó suceder a Juan Vicente Gómez después de una tiranía de veintisiete años dolorosos. Al ver la situación del país que heredaba, postrado por carencias infinitas, pero también ávido de respuestas que permitieran pensar en un futuro mejor, pidió a los venezolanos “calma y cordura”.

 

 

Una petición difícil de satisfacer, un consejo que no se podía aceptar de buenas a primeras. Los necesitados de una libertad que había sido expulsada de la vida de la república desde los comienzos del siglo XX reclamaban su urgente presencia. El retorno de los exiliados, que significaba la vuelta de una oleada de voces nuevas que clamaban por una metamorfosis radical, que retornaban con la lección aprendida de las democracias del extranjero que las habían alimentado, incrementaba las ansias de cambio. El movimiento estudiantil, reaparecido después de la represión de 1928, agitaba con éxito a las masas. La prensa, que se comenzaba a expresar sin las ataduras de la tiranía, se hacía eco de las propuestas de la recién llegada dirigencia para que circularan en todas las escalas. Si se agregan las carestías de alimentación y salubridad que abrumaban a la sociedad, el llamado presidencial a la tranquilidad y al estudio atento de las circunstancias parecía condenado al fracaso.

 

 

Pero las convulsiones que se esperaban no fueron capaces de provocar una crisis violenta. La lenta despedida de los familiares y de los altos funcionarios de Gómez calmó los ánimos. El diálogo al cual se vio obligado López Contreras con los estudiantes aconsejó plazos de espera que amainaron lo que parecía una tempestad devastadora. La incorporación de algunos de los voceros recién llegados a funciones de gobierno invitó a esperas que no se sentían como interminables, sino como posibilidades de subir la escalera de la política sin el énfasis del principio. De allí el inicio de un lapso de transición que permitió madurar las posturas que antes eran extremas y la organización de fuerzas políticas, en la calle o en la clandestinidad, llamadas a convertirse en la esencia de los días venideros.

 

 

Algunos consideran que las calmas de la época fueron tiempo perdido, y las corduras, pereza desperdiciada. Si consideramos el ahorro de sangre y la inexperiencia de una sociedad que no sabía cómo transitar el camino de la democracia, cómo llegar a la civilización después de décadas de barbarie, tal vez fuera lo mejor para todos. Buena parte de los eventos que después conducirán al restablecimiento de la convivencia republicana de cuño liberal, salieron del seno de la maduración llevada a cabo en el lapso posterior a la muerte de Gómez.

 

 

¿Por qué esta referencia a la calma y a la cordura propuestas por un mandatario de 1937? La situación de la actualidad es radicalmente distinta y, por lo tanto, observarla como posibilidad de modelo carece de fundamento. Sin embargo, en vicisitudes caracterizadas por el enigma de conductas capaces de alterar el plan concebido por la AN, o de hechos sobrevenidos que pueden conducir a un abismo que solo favorece a la dictadura, no es trivial la breve memoria que aquí se ha ofrecido.