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Beatriz Gutiérrez, la mexicana que no quiere ser primera dama

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Beatriz Gutiérrez, la mexicana que no quiere ser primera dama

Esta semana, mientras los ojos del mundo estaban en el nuevo presidente de México, el izquierdista Andrés Manuel López Obrador, nadie se detuvo a pensar en su esposa, Beatriz Gutiérrez, que se convertirá automáticamente en primera dama el próximo primero de diciembre, pero quien se rehusa a ser catalogada como tal.

 

 

Andrés Manuel López Obrador y su esposa, Beatriz Gutiérrez. AFP

 

 

 

Beatriz Gutiérrez es todo lo opuesto a la actual primera dama de México, Angélica Rivera, una famosa actriz de telenovelas, públicamente reconocida desde antes de que Enrique Peña Nieto, su esposo, fuera el presidente. Gutiérrez, por su parte, ha intentado vivir alejada de la vida pública y rara vez ha acompañado a AMLO a un acto político, pues ha intentado proteger siempre su vida privada. Esta mujer, desconocida para muchos, es licenciada en Comunicación y se ha desempeñado como periodista, literata, historiadora y compositora. Además, tiene un doctorado en Teoría Literaria, de la Universidad Autónoma Metropolitana.

 

 

 

 

Pero, ¿por qué la esposa del futuro mandatario no quiere ser primera dama? Tiene que ver con la lucha que Gutiérrez encabeza por la reivindicación de la mujer y su intento porque no se considere a ninguna mexicana inferior a otra.

 

 

 

 

“Hay varias ideas, varios imaginarios que tienen que acabarse para la verdadera transformación de la vida pública de México. (…) He venido a proponerles que pongamos fin a la idea de la “primera dama”, porque en México no queremos que haya mujeres de primera, ni de segunda. Y la idea que propongo proclamar aquí es la suma de todas nuestras actividades, la que da como resultado un mejor país, incluyente y justo”, afirmó Gutiérrez en un mitin de campaña de AMLO, llevado a cabo en mayo, en la ciudad de Veracruz.

 

 

 

La figura de primera dama no existe en la Constitución de México, ni en el organigrama de la oficina de presidencia. Es un cargo exclusivamente protocolario, y al no ser obtenido a través de elecciones, no tiene funciones específicas asignadas, ni responsabilidades; tampoco recibe salario ni es considerado como un cargo político.

 

 

 

Por eso, Beatriz Gutiérrez prefiere llamarse a sí misma como la compañera del presidente. Pero no como una sombra silenciosa, sino como una mujer solidaria con su género y que no va a permitir que el Estado vuelva a fallarles. De igual forma, ha sido muy enfática al expresar que no tiene ningún interés político y que no pretende ser candidata ni funcionaria pública en el futuro.

 

 

 

Primeras damas en Latinoamérica

 

 

 

En Latinoamérica, el puesto de primera dama ha estado generalmente vinculado a la moda y a la beneficencia. La constante exposición a los medios de las esposas de los presidentes las ha convertido en plataformas para mostrar los vestidos de los mejores diseñadores de cada uno de sus países. María Clemencia Rodríguez, esposa de Juan Manuel Santos, fue catalogada como “la primera dama de la moda”, por la prensa internacional, después de su visita a la Reina de Inglaterra, en agosto de 2016. Juliana Awada, primera dama argentina, diseña algunos de sus vestidos y es considerada un ícono de la moda de su país. Incluso, el look de la próxima primera dama mexicana, Beatriz Gutiérrez, ya fue tema de conversación en la prensa mexicana. Pero, ¿solo en eso consiste ser primera dama?

 

 

 

 

A pesar de ser una labor protocolaria, también ha funcionado como un trampolín político y el caso de Cristina Fernández de Kirchner muestra esta realidad. La dirigente argentina logró ser presidenta de su país por ocho años, luego de haber sido primera dama, al ser esposa de Néstor Kirchner, quien gobernó el país entre el 2003 y el 2007.

 

 

 

 

Como Fernández, hay otras que han intentado llegar a ese cargo, pero no lo han conseguido, como Margarita Zavala, esposa del expresidente Felipe Calderón, de México, quien se presentó en la reciente contienda electoral.

 

 

 

También está el caso de Nicaragua, en el que el presidente Daniel Ortega ha posicionado a su esposa y primera dama, Rosario Murillo, como vicepresidenta del país, afirmando, incluso, que “en la presidencia, Rosario es 50 % y Daniel 50 %”. Murillo, como su esposo, han sido cuestionados.

 

 

 

 

Las primeras damas de Latinoamérica también han sido alcanzadas por grandes escándalos de corrupción, como la exprimera dama de Honduras, Rosa Elena Bonilla, quien fue capturada por desviar 520.000 dólares del despacho presidencial, para depositarlos en su cuenta personal, o la primera dama mexicana, Angélica Rivera, quien resultó dueña de una mansión valorada en 7 millones de dólares, que fue construida y financiada por un empresario beneficiado con millonarios contratos del gobierno federal.

 

 

 

Por esto, actualmente se han buscado formas de regular las funciones de las acompañantes de los presidentes, para que, como ellos, tengan que rendir cuentas ante los electores e instituciones.

 

 

 

 

El Espectador

Daniela Quintero

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