BBC: La difícil vida de los niños y adolescentes venezolanos en el norte de Brasil

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BBC: La difícil vida de los niños y adolescentes venezolanos en el norte de Brasil

El número de personas desplazadas de sus hogares en el mundo a causa de conflictos o crisis volvió a romper récords, con 70 millones en 2018. Son datos divulgados este miércoles por el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), que también muestran que detrás del aumento está la reciente explosión en los flujos de los que huyen de Venezuela y Etiopía.

 

 

Los niños siguen representando a la mitad de los refugiados del mundo y al menos 138.000 de ellos viajan solos o separados de sus padres.

 

 

En la frontera norte de Brasil, los niños y adolescentes venezolanos también conforman casi el 50% de los desplazados.

 

 

Muchos llegan a Roraima después de días de caminata por la selva o pidiendo un aventón en la carretera. «Vienen en familias, por lo general, pero también hay niños viajando solos», explica João Chaves, defensor público actuando en los puestos fronterizos de la Policía Federal en ese estado.

 

 

Con el aumento de la inestabilidad en Venezuela, desde noviembre del año pasado crece el número de desplazados venezolanos, que ya suman cerca de cuatro millones. Es la segunda mayor crisis en el mundo, detrás de la de Siria (con 5,6 millones de desplazados).

 

 

Actualmente, Brasil acoge a casi 168.000 venezolanos y se estima que este número pasará de los 175.000 a finales de 2019.

 

 

Durmiendo en la calle

 

 

A pesar de la intensa movilización de la población local, organizaciones no gubernamentales, la ONU y el Ejército, todavía hace falta alojamientos y escuelas para los niños venezolanos en el norte de Brasil.

 

 

Ronneilys, de 15 años, llegó a Roraima con sus dos hermanos pero sin sus padres. Era agosto del año pasado y decidieron partir de Venezuela pidiendo aventones en las carreteras y caminando para encontrar a la madre, que ya vivía en Boa Vista, la capital de este estado.

 

 

La familia terminó en la calle, pero después de que la madre perdió el empleo. Ronneilys dormía en un cartón en la vereda de una calle en los alrededores de la carretera de Boa Vista. «Fue la primera vez en la vida que viví en la calle, fue la primera vez que tuve que pedir comida», contó al Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).

 

 

Después de unos meses, la familia consiguió lugar en un refugio en la ciudad, hasta que la madre se hizo con un nuevo empleo y la familia se mudó al estado de Santa Catarina, con apoyo del programa de integración del gobierno federal.

 

 

Los niños que viven hoy en las calles en Boa Vista serían casi 700, según estimaciones de Unicef. Es decir, la mitad de los venezolanos sin techo que hay en la capital de Roraima.

 

 

Además de los entornos de la carretera, los venezolanos duermen bajo marquesinas, en gasolineras o en campamentos improvisados.

 

 

Es el caso del antiguo Club del Trabajador, en la zona oeste de Boa Vista, donde más de 500 personas se amontonan en condiciones precarias, sin baños, agua corriente o recogida de basura.

 

 

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