La elección del irreverente y joven presidente demócrata, Barack Obama, llevó aires de cambio y esperanza a Estados Unidos, país que estuvo envuelto en los ocho años del mandato republicano de George W. Bush en dos guerras que causaron muerte, destrucción y la dilapidación del superávit de su antecesor Bill Clinton. La forma relajada, la retórica encendida y el hecho de ser el primer afroamericano en la Presidencia, dio motivos a la ciudadanía para pensar que se había roto la última barrera racial y que el “Sí, podemos” llegaba para quedarse, lo que refrendó Obama en su último discurso en el que aseguró que sí se pudo. Aunque muchos de sus compatriotas no parecen tener la misma percepción.
El mandatario sale de la Casa Blanca con una sensación agridulce: su nivel de aprobación es de 54%, el quinto más alto entre 10 presidentes evaluados desde 1945, si se excluye al asesinado John Kennedy. Su partido fue barrido en gobernaciones, Congreso y, por supuesto, la Presidencia. Es reemplazado por el magnate Donald Trump, su antítesis, un confrontador que asusta por sus formas que rozan con lo autocrático y que con sus declaraciones hace pensar que Estados Unidos es la víctima más reciente del populismo.
Durante el mandato de Obama los cambios más significativos para su país fueron la promulgación de la reforma sanitaria, la recuperación económica y la disminución de dos guerras. Pero también se va con muchas cuentas pendientes, en parte por su incapacidad para acercar en una agenda bipartidista a sus adversarios republicanos en el Congreso. Por el contrario, lo que creó fue más polarización.
David Redlawsk, jefe del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Delaware, aseveró que Obama recuperó una economía rota. El país tuvo crecimiento durante más de 75 meses seguidos, eso son más de 6 años, y el desempleo volvió a tasas de pleno empleo con 4,9%, luego de que en su primer año de gestión, en octubre de 2009, estuvo en 10%.
Sin embargo, como dijo el premio nobel de economía Paul Krugman al diario The New York Times, la gente se queja del alto costo de la vida, salarios bajos, corrupción generalizada, problemas laborales, brecha económica y social entre ricos y clase pobre y media. Según el economista, esta fue una de las causas que inspiró a muchos partidarios del cambio a buscar hacer grande a Estados Unidos, otra vez.
La reforma sanitaria, el Obamacare, es otro logro. Firmada en 2009, presentó muchos problemas en su instauración y gran oposición de los republicanos. “Su reforma al sistema sanitario, a pesar de que en buena parte se apoya en la empresa privada, fue uno de los mayores cambios provistos al sistema de salud, y le brinda oportunidades a más de 20 millones de estadounidenses de acceder a un seguro que no podían tener”, aseveró Marjorie Hershey, profesora de Ciencias Políticas de la Universidad de Indiana.
No obstante, aproximadamente 28 millones de estadounidenses siguen sin seguro y muchos otros ciudadanos se quejan de lo costoso que es adquirir uno, e innecesario para muchos, por lo que piden una ley mejor. El mismo Trump ha dicho que lo repelerá y sustituirá por otro mejor, y el Congreso va en el mismo sentido. El jefe de Estado saliente expresó en su discurso que no se opone a establecer algo mejor de lo que logró. Un legado que inspiró, pero del que puede quedar fuera si es modificado y adoptado por sus rivales políticos.
Uno de los más grandes fracasos de Obama fue no poder impulsar la reforma migratoria para 11 millones de indocumentados, de los cuales 5 millones son menores de edad que fueron llevados a ese país por sus padres y es la única nación que conocen. No pudo modificar con una ley el estatus irregular de estos jóvenes y por el contrario se ha convertido en el gobernante que más extranjeros ha deportado: 3 millones de ilegales en sus ocho años de mandato, por lo que lo han llamado “deportador en jefe”.
Con respecto a la geopolítica, Obama dio por terminada las guerras en Irak y Afganistán, pero las tropas no han salido completamente de ambas naciones como prometió; por el contrario, desde 2014 envió más tropas a Irak. Actualmente hay 5.000 soldados en ese país y en Afganistán, 8.400. Además, se vio implicado en otra guerra, la de Siria, donde han muerto más de 300.000 civiles. Su inacción fue muy criticada, en parte por su postura de poder blando o liderar desde atrás, lo que permitió el crecimiento del liderazgo de naciones autocráticas como China y Rusia.
Seguirá en Washington
El mandatario abandona la Casa Blanca, pero no dejará Washington hasta que en 2018 Sasha, su hija menor, se gradúe de secundaria. Obama vivirá en la selecta urbanización de Kalorama, en una mansión a 20 cuadras de su antigua residencia, y con vecinos notables como ex legisladores, miembros de la Corte Suprema, embajadores e incluso con la hija de su sucesor Ivanka Trump, quien también es nueva residente.
Aún no está claro a que se dedicará después de la Presidencia, por ahora parece que tomará unas vacaciones con su esposa Michelle. Ha asomado algunas posibilidades, pero descartó volver a buscar un cargo de elección popular o ejercer la abogacía, aunque sí quisiera volver a dar clases. Expresó que desea retomar el activismo por causas sociales, una de ellas podría ser el control de armas. También se ha reseñado que podría seguir los pasos del también ex mandatario Bill Clinton y dar conferencias por todo el mundo, y ya tiene un contrato con la editorial Ramdon House para escribir un libro.
Obama ha dicho que le encantaría ser dueño de una franquicia de básquetbol, su deporte preferido, algo que no suena descabellado, pues el demócrata ha logrado amasar una fortuna por la venta de sus otros libros.
