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¡Así es que se reprime!

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¡Así es que se reprime!

El proyecto castro chavista, basado en la desaparición del Estado democrático para sustituirlo por un ineficiente y extemporáneo modo de producción centralizado, una organización política de corte dictatorial y un alienante ordenamiento social de factibilidad sustentada en la gestación del “hombre nuevo” –un idiotizado androide programado para espiar a su mismísima madre y hasta traicionarla– siempre estuvo destinado al fracaso por anacrónico.

 

 

 

Sin embargo, hubo quienes desde la izquierda derrotada se adhirieron a él, no para hacer realidad sus fantasías igualitarias, sino porque creyeron llegado el momento de pasar facturas… ¡y qué facturas! Sabían, empero, que no podrían cobrarlas mientras estuviese vigente la separación de poder y las inevitables instituciones contraloras. Había que destruirlas.

 

 

 

Al principio, la operación arrase avanzó con similar ímpetu al que la wehrmacht le imprimió a la blitzkrieg; pero, así como el invierno ruso frenó al ejército alemán, la primavera unitaria le infligió un histórica y descomunal derrota al nico-chavismo, derrota que aceleró la deriva dictatorial del gobierno, pasando de una ficción de mandato civil al absolutismo abiertamente militar.

 

 

 

Quienes gobiernan carecen de talante democrático: de ahí su tendencia a intimar con Estados forajidos y fraternizar con grupos terroristas. Tal es su fascinación por esas aberraciones, que han intentado crear aquí un Estado policial, poniendo en manos de comandos integrados por gatillos alegres, a las órdenes de oficiales del ejército, identificados con las siglas OLP (como la Organización para la Liberación de Palestina), la represión a escala monumental en humildes barrios y poblados.

 

 

 

No conforme con el absoluto control que ejerce sobre el Poder Judicial, la dictadura colegiada se ha quitado la careta y ha ascendido un escalón más en la fascistización del régimen, creando un estado mayor general conformado íntegramente por militares y, curiosa y nominalmente, encabezado por el vicepresidente de la República, un individuo que no sabe ocultar sus simpatías por el extremismo fundamentalista islámico.

 

 

 

Desde que se juramentó este refinamiento represivo, para el cual hay una panoplia de adjetivos –oprobioso, ominoso, abominable– que ya saldrá a relucir cuando se haga un balance objetivo de su actuaciones, se sabe que hay un montón de paralelos históricos, algunos muy cercanos a nosotros en tiempo y geografía –las gorilocracias del cono sur–, en los que, seguramente, se inspiró quien aconsejó su instrumentación.

 

 

 

De momento, digamos que, en sus poquísimos días de existencia, no ha escatimado esfuerzo para perseguir y encarcelar a críticos y opositores que quieren, como todo el país, que Maduro cese en las funciones que dice ejercer, y que abandonó cuando se enrumbó por el sendero dictatorial y se colocó al margen de la Constitución.

 

 

 

Gilber Caro, Jorge Luis González, Rosmer Rubio, Irwin Roca, Raúl Isaías Baduel, Roniel Farías y quién sabe cuántas personas más, desaparecieron como por arte de magia o se materializaron en las infames ergástulas del Sebin. Y eso es apenas el comienzo. La orgía represora continúa con el aplauso de Diosdado y los ¡así, así, así es que se reprime!

 

 

 

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