Cuando el 30 de agosto de 1946 nació la princesa Ana María Dagmar Ingrid de Dinamarca, nadie podía imaginar que aquella pequeña iba a convertirse algún día en reina. Ana María vino al mundo siendo la tercera hija de los reyes Federico IX e Ingrid. Dado que sus dos hermanas, la ahora reina Margarita y la princesa Benedicta, la precedían en la línea de sucesión al trono, era muy poco probable que acabará siendo soberana. Sin embargo, el destino puso en su camino a Constantino de Grecia, hermano de Doña Sofía.
El primer encuentro entre el rey griego, por aquel entonces príncipe heredero, y su futura esposa se produjo en 1959 cuando Constantino acompañó a sus padres a una visita oficial que realizaron a Dinamarca. Por aquel entonces él tenía 19 años y ella tan solo 13. A pesar de esa diferencia de edad, los dos tuvieron un flechazo.Tras esa primera toma de contacto, los príncipes se escribieron durante meses hasta que volvieron a coincidir dos años después, en 1961. Se dice que fue en aquel encuentro cuando sellaron su amor con un primer beso y que el hermano de la Reina Sofía, enamorado hasta las trancas, le prometió a Ana María que se casarían cuando ella cumpliera la mayoría de edad.
Ese mismo año, Constantino le comunicó a sus padres, los reyes Pablo y Federica, su intención dedesposar a la princesa danesa. La familia recibió la noticia con mucha alegría, sobre todo la reina, quien siempre se había preocupado mucho por ‘casar bien’ a sus tres hijos. Los novios, que se veían a escondidas en Noruega con la complicidad de Harald, gran amigo de ambos, volvieron a coincidir públicamente en 1962 en la boda de la entonces princesa Sofía con el príncipe Juan Carlos de España. Doña Sofía era consciente de que su hermano y la princesa danesa estaban muy enamorados y por eso la eligió como una de sus damas de honor. El compromiso oficial no llegó hasta finales del 1962 después de que unas imágenes de la novios paseando cogidos de la mano aparecieran en una publicación. Este compromiso no sentó demasiado bien a los reyes daneses, pues no veían muy bien que su hija pequeña se casara tan pronto.
El 18 de septiembre de 1964, tan solo dos semanas después de haber cumplido la mayoría edad, Ana María se convertía en reina de Grecia al darle el ‘sí quiero’ a Constantino en la catedral metropolitana de Atenas a pesar del descontento de los padres de ella, quienes acabaron aceptando plenamente esa unión cuando diez meses después venía al mundo su primera nieta, la princesa Alexia. En los años posteriores llegaron Pablo, Nicolás, Theodora y Phillipos. En líneas generales, el matrimonio de los reyes griegos ha sido bueno. Nunca han protagonizado ningún escándalo ni les han perseguido rumores de crisis. Al contrario, siempre se les ha visto muy cómplices y enamorados.
Amor en el exilio
Tras el golpe de Estado de 1967, los reyes de Grecia se vieron obligados a exiliarse. Su primer destino fue Italia y después Inglaterra. En 1974, tras seis años de dictadura, se convocó un reférendum en el que salió ganando la república. Viendo que sus posibilidades de volver a ser soberanos eran mínimas, Constantino y Ana María se instalaron definitivamente en Londres y en una lujosa casa criaron a sus 5 hijos. Los reyes regresaron a Grecia en 2012 y lo hicieron por todo lo alto. Nada más llegar empezaron a construirse una mansión –que todavía no ha acabado de ser edificada– en Puerto Jéli, una zona muy turística del Peloponeso, a orillas del mar Egeo. En 2013 decidían adquirir una nueva casa por la que desembolsaron un total de 5 millones de euros. Esta residencia cuenta con doce dormitorios, cada uno con su baño y su terraza, jardín con una impresionante piscina y una pequeña cala privada.
Fuente: vanitatis
