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¿Adiós Barbados?

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¿Adiós Barbados?



La dictadura arrugó y no quiso seguir en la operación de rasurado a que estaba sometida. Quiere conservar el poco pelaje que le queda, porque una pelada monitoreada desde extrañas tierras podía terminar en una trasquilada innecesaria. Nada nuevo, por cierto, nada sorprendente, porque fueron muchos los que supusieron que los mandaderos del usurpador solo querían hacer cola en el salón de belleza sin someterse a las tijeras que se le ofrecían. Salieron tan barbados como entraron, o quizá más.

 

 

Los tratamientos de la cabeza en ese tipo de lugares suelen ser trabajosos, especialmente si son propuestos y vigilados por rapadores extranjeros. Pero eso lo sabíamos desde el comienzo de las sesiones y no vamos a hacernos los sorprendidos por el escape de unos señores acostumbrados a poner las reglas de su propia peluquería. Parece, por lo tanto, que dejaremos de mirar hacia el salón en el cual un elenco de usuarios se podía pintar las canas y retocar el cuero cabelludo para salir como nuevos.

 

 

Nadie sale como nuevo en este tipo de tratamientos, solo mejoran la apariencia si la observamos a la ligera. Pero ni eso quizá, en este caso, lo cual puede conducir a la idea de que no sea conveniente continuar en los mismos trajines. Si los enviados del usurpador salieron como entraron, o peor, puede parecer absurda la continuación de un trabajo idéntico. Tampoco terminaron airosos los enviados de la oposición, sin nada entre las manos, sin nada en el equipaje, como para cerrar definitivamente el ciclo y a otra cosa mariposa.

 

 


Pero no fue tan así. Tuvieron tiempo de dirimir sus cuitas a solas, de oírse sin trabas ni testigos y, quizá, de tomarse un trago como camaradas unidos por un mismo propósito. Lo cual no es pérdida total, ni puerta sellada con siete llaves, ni catástrofe clausurada para siempre. Quienes preferimos los avenimientos a las guerras debemos mirar así la situación, como posibilidad inconclusa, como capítulo que puede y debe continuar, nunca como tiempo malgastado.

 

 

Ahora es asunto de rendir cuentas, cada grupo con sus semejantes, cada quien con su cada cual, para ver cómo se remienda el capote en el futuro cercano. En el caso de los nuestros, es decir, de los emisarios de la oposición, contándole a la clientela lo que de veras paso en la peluquería, involucrándola para que no caiga en los brazos de la desesperanza, ni de la rabia.

 

 

Editorial de El Nacional

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