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¿A quién le creemos?

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¿A quién le creemos?



 
Cuando se tienen dos versiones contradictorias de la realidad, debe escogerse una de ellas. Si la primera descripción de un suceso choca con la otra sin posibilidad de contener aspectos que las unan, conviene una operación de descarte que permita llegar a la verdad, especialmente si se ocupan de asuntos que conciernen al bien común.

 

 

Pero puede ocurrir que la reconstrucción de unos hechos solo dependa de la descripción que hagan de ellos  sus protagonistas, sin que se tengan a mano otro tipo de evidencias que permitan una reconstrucción verosímil que no le de cabida a las dudas. ¿Cómo se resuelve entonces el entuerto?

 

 

Acudiendo a la moralidad de los creadores del testimonio, a la verificación de sus anteriores pasos para darle confianza a una versión frente a su contraria.

 

 

Un protagonista o testigo caracterizado por la rectitud de sus procederes no se debe alejar de ellos cuando refiere una vicisitud en la que estuvo involucrado, a menos que haya perdido la chaveta o la memoria, o sea presionado vilmente para que mienta.

 

Un sujeto aficionado a las patrañas, o familiarizado con ellas ante la vista del público, seguramente se mantendrá en su torvo camino, en su sendero capaz de provocar desconfianzas y cavilaciones. Lógica simple y sencilla, habitualmente infalible, estimados lectores.

 

 

Monseñor Víctor Hugo Basabe ha contado ante la sociedad que la Conferencia Episcopal Venezolana se negó a recibir a un individuo llamado Luis Parra porque se presentó ante su sede con escoltas armados y sin haber solicitado audiencia previamente. El individuo Luis Parra acusa al obispo de mentiroso porque se presentó él como un manso cordero ante el despacho de los mitrados, y en pacífica compañía.

 

 

A estas alturas sabrá el lector que este individuo Luis Parra, diputado a la AN, después de involucrarse en negociados sucios con gente del régimen traicionó a su partido político, a la causa de la oposición y a su compromiso de lealtad al presidente Guaidó, para servir de figurón en el pavoroso atentado de los usurpadores contra el Parlamento legítimo.

 

 

También recordará el lector que ese individuo Luis Parra, rodeado de guardaespaldas, ahora se pavonea como presidente de la AN, y que ante la necesidad de ocultar sus vergüenzas trata de presentarse como un político de cierta relevancia y como autoridad indiscutible ante el resto de los diputados, cuya abrumadora mayoría no lo quiere ver ni en pintura.

 

También sabrá que monseñor Basabe es un sacerdote escrupuloso y un hombre de virtudes probadas por sus feligreses y por sus colegas, y quien hasta ahora no ha seguido los consejos del escándalo. ¿Acepta usted la versión del cura, o prefiere la del delincuente?

 

 

Antes del encontronazo que ahora nos ocupa, la Conferencia Episcopal Venezolana suscribió un documento en el cual condena el asalto de la AN, perpetrado por un tumulto de facinerosos, y reconoce la legitimidad de las funciones que ejerce y sigue ejerciendo el presidente Guaidó.

 

 

La asamblea de los obispos venezolanos desconoce y desprecia al individuo Luis Parra, por consiguiente. Seguramente esta evidencia es de gran importancia, en el caso de que el lector dude entre lo que dijo un prelado decente y lo que después afirmó el individuo Luis Parra.

 

 

Editorial de El Nacional


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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